'Amor': La verdad de Haneke
Michael Haneke hace un cine muy, muy, personal. Tanto que presenta cada asunto disfrazado de sí mismo aunque sin ser lo que anuncia. Por ejemplo, promete hablar de algo así como «la verdad del amor» cuando lo que nos va a contar es el amor según Haneke; es decir, algo que ni se parece a la idea inmutable y verdadera que tenemos del amor, ni nada de nada. Es por ello por lo que el cine de Michael Haneke es tan adorado como denostado. Estos filtros tan personales, tan alejados de la convención, acercan o alejan hasta límites insospechados.
'Amor' ('Amour', 2012) es una película de Haneke.
Premiadísima, técnicamente correctísima y, me temo, sobrevaloradísima.
Es, sin duda, una muy buena película. Rodada con destreza,
fotografiada casi con exactitud, rematada de maravilla y, sobre
todo, interpretada de forma magistral. Jean-Louis Trintignant está estupendo y
Emmanuel Riva insuperable. Seguramente sean los papeles de sus vidas.
Es, sin duda, una buena película aunque habrá quien no
soporte los interminables planos fijos a los que Haneke nos tiene tan
acostumbrados, o quien critique el ritmo lento y mortecino de la película, sin
entender que los personajes se estructuran, precisamente, de ese modo y no de
otro; con calma, sin empujones.
Es difícil ver una película de Haneke en estado puro sin
sentir un desasosiego brutal, casi doloroso; sin encontrarse pegado a la
realidad más gris y cruel; sin sentir la desintegración del ser humano sobre
nosotros; sin poder dejar de pensar en esa forma de mirar de Haneke centrada en
la parte de la realidad más obscena y que tanto nos incomoda. Es difícil y eso
no es algo que guste a cualquiera. 'Amor' es ese tipo de trabajos.
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Jean-Louis Trintignant. |
A todo esto que digo hay que sumar los problemas que tiene la película.
Algunas imágenes poéticas utilizadas por Haneke son tan
propias de territorios comunes como irritantes. Por ejemplo, una paloma se
cuela en la casa de los protagonistas y Georges (personaje interpretado por
Jean-Louis Trintignant) la libera. Pero la paloma regresa (no sabemos si la
misma u otra distinta) y, oh, la agarra y la mata sin compasión. La vida, la
muerte, la libertad, la esclavitud. En fin... El realizador dijo que este
asunto de la paloma no significaba nada especial y que el que quisiera
interpretar que lo hiciera, pero que era cosa de cada uno. La pregunta es: si
no significa nada ¿por qué rodar la secuencia? ¿Por qué repetir doce veces la
toma? ¿Cómo es posible que un autor incluya en su trabajo algo que no significa
nada? Esto es algo que suele hacer Haneke. Hace y luego dice que a él no le
señalen, que él no ha hecho nada.
Por otra parte, presenta una escena que representa una
pesadilla que tiene Georges. Algo así como el horror dentro del horror en lo
que se está convirtiendo su vida. No está mal la idea aunque no acierta con el
código utilizado. Y estas son las cosas que arrastran al espectador fuera de la
película. Haneke no hace esfuerzo alguno (tal vez no sabe) y sigue narrando tal
y como lo hace cuando está contando cualquier otra cosa. Un sueño es un sueño y
representarlo reclama un tipo de narración muy concreta.
Esta película es muy explícita. Hay que recordar que los
trabajos de este realizador se construyen desde el territorio opuesto, desde la
sugerencia. Así, 'Amor', es algo previsible y pierde algo de fuerza a medida que
avanza la trama.
El guion cuenta lo que ya sabemos. Se pega a la realidad y
narra una situación conocida y vivida por muchos. Si no de forma directa sí de
forma vicaria. No aporta nada a lo que ya sabemos. El punto de vista ni es
original, ni transgresor, ni obsceno (algo que parece buscar siempre Haneke en
sus películas como he apuntado antes). Y, todo hay que decirlo, se llena de
elipsis que parecen estar para tapar carencias en el libreto.
Pues bien, todo esto es verdad, pero Haneke es Haneke.
Asumiendo que los problemas existen, 'Amor' puede considerarse una muy buena
película.
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Jean-Louis Trintignant y Emmanuel Riva. |
La música es una especie de bisturí dentro de la narración. Gran parte del metraje carece de ella, pero cuando suenan las piezas de Schubert, Beethoven o Bach, todo adquiere sentido, todo se ilumina o se convierte en un horror insoportable.
Haneke coloca al público frente a los hijos ausentes cuando
la cosa se pone fea con los padres ancianos, es decir, frente a muchos de
nosotros; coloca al público frente al amor convertido en sufrimiento, frente al
pasado que ya no cuenta y se desvanece. El amor será, finalmente, la nada. El
amor es el de Haneke, ese director que, esta vez, coloca al público ante un
movimiento de cámara que busca resaltar la sensación de agobio, tristeza o
soledad que sentimos siendo mezquino tantas veces en la vida. Qué buen trabajo
el de Darius Khondji con la fotografía.
La dirección actoral es apabullante. Uno imagina el grado de
presión soportado y el de entrega por parte de los actores y actrices y siente
escalofríos.
Efectivamente, nos coloca ante ese amor desprovisto de
pasión, de besos, de abrazos, de caricias, de belleza, de revestimientos que
traducimos como felicidad. El amor es comprensión, paciencia y trabajo duro.
Haneke no deja títere con cabeza en ninguno de sus trabajos. 'Amor' no es ninguna excepción.
Ah, por cierto, Isabelle Huppert defiende su pequeño papel,
casi insignificante, con fuerza y está estupenda. Esas conversaciones con su
padre, ese último plano desgarrador...
'Amor' es la mirada a la zona más sucia, perversa e
inquietante a eso que tenemos por belleza absoluta. ¿Imprescindible? Al menos
necesaria.
G. Ramírez
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