'Oppenheimer' es una buena película aunque es un trabajo que
lleva adosados una serie de problemas que no son menores.
En primer lugar, llama la atención un montaje que no deja en
pie escenas de larga o media duración, todo es muy rápido, parece que nada tenga la
entidad suficiente como para detener la marcha y pensar más de cinco segundos. Se acumulan las
secuencias casi sin ton ni son, los saltos temporales se convierten en un claro
impedimento para entender lo que está pasando e incluso para seguir el hilo de
la trama. Es como si Nolan hubiera querido contar muchas cosas y no hubiera
podido abarcar casi nada. El resultado final es que la película parece quedarse
en la superficie, en zonas sin sustancia, en territorios en los que se
desprecian asuntos esenciales de la trama y que tan solo se enumeran a modo de
inventario. Cuesta entender cómo es posible que la ética y moral de los científicos que estuvieron involucrados en la creación de la bomba atómica no sea uno de los ejes centrales del trabajo. Se da más importancia a explicar que la política va por un lado y la ciencia por otro que a explorar ese terreno que puede convertir un experimento en un calvario o todo lo contrario.
Se echan de menos asuntos que explicarían algunas cosas o
que dotarían de cierto sentido al conjunto. ¿Cómo es posible que se produzca un
caso de espionaje en ‘Los Alamos’ y no sepamos apenas nada? Y el protagonista
¿cómo acaba? ¿No importa en un biopic la vida del
personaje? Es inexplicable todo esto. Si sumamos que estamos hablando
de tres horas de película, resulta más que extraño no explorar asuntos vitales.
Christopher Nolan se pierde en el artificio y olvida lo fundamental. Como en algunas de las películas que ha firmado. No voy a decir que sea un mal director aunque se le concede una maestría que no siempre demuestra. En algunos de sus trabajos, si escarbamos un poquito nos encontramos con la nada (por ejemplo en ‘Origen’) y en 'Oppenheimer' casi casi.
Los personajes quedan sin desarrollar. Tan solo sabemos algo
más que el nombre de J. Robert Oppenheimer, Leslie Groves y Lewis Strauss. Y no
todo lo necesario. Del resto, no sabemos casi nada. Y el problema es que el
resto son muchísimos y tienen cierta importancia, la suficiente como para que
necesitemos saber para comprender. Y es que muchos de ellos están alrededor de Oppenheimer
y deberían iluminarle por ser el protagonista. Pero Nolan no da importancia a algo elemental
de la narrativa en una película, incluso en una dirigida por él.
Los efectos especiales son estupendos aunque muy escasos.
Tanto como las explicaciones técnicas acerca de la bomba atómica y su construcción.
La música termina resultando molesta ya que sube en
intensidad si la cosa es importante o se escucha lejana si la escena es de
tránsito. Este error es de primero de cine. Es un truco tan recurrente como
condenable. Y lo peor de todo es que es una señal inequívoca que nos lleva a pensar que el director sabía que no estaba acertando y tenía que usar estas cosas para causar un efecto que el guion no encontraba por sí mismo.
Cillian Murphy es el que encarna a J. Robert Oppenheimer. Lo
hace, francamente, bien. Emily Blunt (esposa del protagonista) defiende su
papel con uñas y dientes y sale airosa de la pelea. Robert Downey Jr., es el
encargado de encarnar al villano, y no falla. Y Matt Damon se muestra solvente
y creíble. Los dos millones de personajes restantes quedan inéditos igual que los
actores y actrices que interpretan los diferentes papeles. No progresa el personaje
y todo se vacía por los cuatro costados.
Nolan no ha sabido esta vez fijar un objetivo claro y
construir alrededor de él. Se ha dedicado a buscar un Oscar que se gana por
otras razones. Y lo ha conseguido. Pero cine lo que se dice cine…
G. Ramírez