'Leaving Las Vegas': El amor envuelto en un oscuro destino

by - marzo 06, 2024

 


¿Tiene lo tenebroso una estética deliciosa? Puede tenerlo. ¿Es posible hacer cine amargo, oscuro, doloroso y que guste a la mayor parte de espectadores? Es posible. ¿Se puede narrar una bajada a los infiernos envuelta en amor verdadero? Claro que sí.

‘Leaving Las Vegas’ (1995) es una película del realizador británico Mike Figgis. Se trata de un guion adaptado por él mismo de la novela homónima de John O’Brien (fue lo único que escribió y tiene una carga autobiográfica muy intensa). Se rodó en distintos escenarios reales de los Estados Unidos y Canadá. Es una producción modesta (4 millones de dólares de presupuesto) que deja muestra de ello con su fotografía más que sencilla, su montaje defectuoso y con clamorosos fallos de sonido (si el espectador está atento puede comprobar que la música disminuye a 33 revoluciones en más de una ocasión). El fotógrafo Declan Quinn tuvo que tirar de improvisación al tener que grabar sobre la marcha, y sin licencia, algunas tomas (más de la cuenta) que, milagrosamente, aparecen llenas de oscuridad tenebrosa, de dolor, de efectismo duro como el pedernal. Además, el resultado de presentar el entorno más onírico, más lleno de alcohol, del personaje es de los que tira de espaldas a cualquiera. Y es que ‘Leaving Las Vegas’ es una de las películas más tremendas y, al mismo tiempo, deliciosa de la historia del cine. He de confesar que, sin ser un peliculón, tengo especial predilección por ella.

La trama comienza a desarrollarse en Hollywood. Es el año 1995 y Ben Sanderson (Nicolas Cage) pierde su empleo. Ya bebe en exceso aunque, ahora, decide matarse a base de tomar litros de alcohol. No sabe si su mujer le dejó por empezar a beber demasiado o si empezó a beber demasiado al ser abandonado por su mujer. Viaja a Las Vegas porque allí los bares nunca cierran y, en la ciudad que está en mitad del desierto, conoce a Sera (Elisabeth Shue) una joven prostituta muy sensual, comprensiva y de carácter dulce. Son dos personajes sin horizonte; dos personajes que decidieron, mucho antes de conocerse, asumir su destino; dos personajes dispuestos a respetarse desde la libertad y la comprensión más absoluta.


Todo lo cuenta Sera, pasado un tiempo. Asistimos a la degradación voluntaria de la persona en el caso de él y de la degradación impuesta en el caso de ella (el ejercicio de la prostitución se refleja en la cinta con toda crudeza, lleno de violaciones, agresiones, falta de oportunidades, prejuicios…). Ambos encuentran un refugio en el otro. Y todo se cuenta por parte del realizador de forma descarnada, sin aderezo alguno, de forma afilada y sin atajos posibles. No hay nada que ayude a rebajar lo feo y lo oscuro que nos enseñan. Solo el montaje y encuadres que suavizan lo que se ve hacen que se pueda soportar tanto dolor. El espectador si no fuera por esto último tendría que dejar de mirar la pantalla porque lo que se cuenta es terrible, es un retrato de la cara b de la condición humana, de eso que nunca queremos afrontar porque nos resulta imposible.

Dicho todo esto, la grandeza de la película es que cuenta una historia preciosa de amor, una historia que ablanda cualquier corazón, una historia que nos reconcilia con el ser humano. Los protagonistas se aman de verdad, están dispuestos a cualquier cosa para no terminar con ese amor. Perdonan, comparten las cloacas de la vida, se respetan, son y hacen libre al otro. No hay condiciones en el amor entre ellos.

Nicolas Cage (ganó el Oscar por este papel) está muy bien. A pesar de ser él, lo hace muy bien. Defiende con uñas y dientes un papel que invita al histrionismo que él sortea sin problemas. Elisabeth Shue (nominada a todos los premios posibles aunque no le concedieron ni uno, incluido el Oscar) está maravillosa. Esta actriz había estado ocupando puestos de segunda en series ridículas de la televisión de los años 80 y 90 hasta brillar en ‘Leaving Las Vegas’. Una pena que no la premiasen una y otra vez.

La película recuerda  a otros trabajos. Evidentemente, los paralelismos que encontramos con ‘Días de vino y rosas’ (Edwards, 1962) son claros. Y con ‘La gran comilona’ de Ferreri (1973) por los excesos, por la extravagancia, por la exageración. Pero la calidad de ´Living Las Vegas’ es menor, todo hay que decirlo.

Mike Figgis compuso y eligió la banda sonora de la película. Veinticinco cortes que incluyen tres canciones interpretadas por Sting entre la que se encuentra ‘My One and Only Love’. Es una banda sonora excelente en la que el propio realizador toca la trompeta y el teclado. Todo jazz y buen gusto.

Si me permiten una sugerencia, no vean la película en la versión doblada ya que el destrozo es irreparable. En inglés, mucho mejor.

Nirek Sabal

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