Jonathan Rhys Meyers y Scarlett Johansson en 'Match Point' |
Muchas películas se vertebran
alrededor de un deporte en concreto. Trama y deporte avanzan al mismo tiempo a
lo largo del metraje. El deporte es causa y efecto, hace que los personajes
crezcan o que se solucione el nudo expositivo. Pero otras veces, el deporte
aparece de pronto para hacer que todo estalle y el rumbo narrativo sea otro muy
distinto.
Dos de las películas de cine que
tienen como pieza fundamental un deporte como herramienta explicativa de todo
lo demás, son 'Match Point' y 'El secreto de sus ojos'. Buenas ambas.
Extraordinario el papel del deporte en la trama.
'Match Point' o la insignificante frontera entre el azar y el determinismo
Woody Allen en 'Match Point' hace que
toda la realidad se enfrente (o llegue) a la tragedia. Además, indaga más que
otras veces en ese territorio del deseo que el ser humano transita para
convertir los caminos en difíciles o casi imposibles. Si el amor va por un
lado, el deseo y la pasión van por otro distinto. Si la vida va por un lado, el
deseo va por el suyo. Incluye buenas dosis de frivolidad, de dinero,
aburrimiento burgués y vidas ajenas a la realidad por su duplicidad como ya
hizo en 'Delitos y Faltas'.
El guion, aunque forzado en
algunas zonas, es una muestra clara de cómo se debe utilizar un recurso
narrativo en cine. Por ejemplo, las elipsis (son abundantes) están traducidas
con una maestría espectacular al lenguaje cinematográfico. La focalización de
la acción es la exacta. Un foco más restringido o más grueso desvirtuarían la
intención de la voz. Por supuesto, la lección de elegancia en la puesta en
escena y al elegir la música es descomunal (la ópera, piezas trágicas que
expresan la sensibilidad del ser humano ante situaciones difíciles como no se
puede hacer de otra forma, son protagonistas del trabajo. Donizetti, Bizet,
Verdi. Impresionante). Allen nos dice que, una vez eliminado el problema, el
mundo puede seguir adelante. Con todas sus miserias a cuestas. Eso nos dice. Y
nos lo dice bien. Con oficio y rigor cinematográfico.
Y la red de una pista de tenis en
la que toca una pelota o su símil utilizando una alianza de oro y una
barandilla, son las que dan sentido a todo un relato portentoso.
Pero (ahora llegan un par de
malas noticias) todo se empaña ligeramente por unas interpretaciones algo
justas (Jonathan Rhys Meyers forzado, Scarlett Johansson forzada como siempre),
un casting que no se entiende muy bien y un error de partida en la idea
principal. El azar. Se enfoca mal, se resuelve peor y se confunden cosas que nada
tienen que ver. Allen cree que entre el azar y el libre albedrío no hay
distancia; y que entre esas y el determinismo no hay distancia. Aquí es donde
hace aguas la película.
En cualquier caso, hablamos del
cine de un genio. Y el aburrimiento es casi imposible.
Ricardo Darín y Soledad Villamil en 'El secreto de sus ojos' |
'El secreto de sus ojos' o cómo el hombre se mueve por la pasión.
Desde que el cine tiene mucho que ver con la
informática, encontrar una película con final feliz es extraño; guionistas,
directores, montadores, actores y público, tienden a encontrarse cómodos entre
desgracias, muertes horribles, monstruos terroríficos y naves espaciales a
punto de invadir la Tierra con gran facilidad. Supongo que, entre otras cosas,
se trata de aprovechar una oportunidad (imposible hace unos años) que dona la
técnica en bandeja de plata.
Antes, el cine entregaba un mundo
de ficción que poco o nada tenía que ver con la realidad. Ahora, el cine recrea
una realidad dura y hostil, fragmentada igual que las consciencias de los
personajes.
Todo ha evolucionado a gran
velocidad. Pero siempre quedan esperanzas si hablamos de esto o aquello.
Siempre aparece algo o alguien que te hace pensar que lo fundamental queda
intacto.
'El secreto de sus ojos' es una
de esas películas que te arriman al cine de nuevo o para siempre si el que mira
es un jovencito que intenta descubrir el mundo. Espléndido el guion, espléndida
la dirección, espléndidos los actores, un maquillaje y un vestuario más que
aceptables. Una película de cine, de las de verdad. Espléndido todo.
Un buen número de elementos se
unen para contar una historia apasionante. Amor, venganza, suspense, amistad y,
sobre todo, el afán por contar. 'El secreto de sus ojos' utiliza todo eso para
explicar la importancia de la narración en la vida de cualquier persona. Y no
me refiero a la literatura o al propio cine de forma exclusiva. Narrar,
narrarse la vida puede, no solo explicarla, sino cambiar, por completo, su
fisonomía. Una charla en una cafetería podría servir.
El protagonista se cuenta las
cosas tal y como fueron, tal y como quisiera que hubieran sucedido. Hace
participar de su relato a otros e, incluso, a sus propios fantasmas. Sabe que
un instante modifica la vida de cualquiera. Lo cuenta. Y el mundo estalla
ordenando ficción y realidad a su gusto.
Me viene a la cabeza un poema de
Luis Rosales que dice: El recuerdo se teje/con doble hilo,/y, de cuando en
cuando, se recuerdan cosas/que no han sucedido.
Parece escrito para explicar esta
película. Lo bueno de la literatura siempre está al lado de lo bueno del cine.
Y todo esto se cuenta desde las
cosas pequeñas, desde lo imposible que es a veces cualquier minucia, desde las
personas. En definitiva, desde lo cotidiano. Cine del bueno. Además, sin
ordenadores y con final feliz. Amargo aunque feliz. Una mezcla muy difícil de
encontrar. El que se acerque por primera vez a la película que no pierda
detalle sobre el personaje que encarna Guillermo Francella. Es, sencillamente ,
emocionante comprobar que un actor es lo que es y no un papanatas moviendo
mucho las manos. Es su personaje el que dice algo así como que las personas se
pueden ocultar, pero nunca sus pasiones. Y en este caso aparece el fútbol en
todo su esplendor. Bello, intenso, poderoso. Para que la película cruce a otra
dimensión.
G. Ramírez