‘Blade Runner’: La desintegración del ser humano
‘Blade Runner’ es una muy buena película. Esto es algo indiscutible. Pero se queda a medio camino en algunos aspectos técnicos y de contenido. Si bien es verdad que la propuesta del realizador Ridley Scott es más que interesante, gran parte de ella se queda sin desarrollar. La muerte, el significado del tiempo en la existencia, una intensa historia de amor y una incompleta carga teológica y filosófica componen un trabajo que merece la pena analizar.
Rick Deckard es un veterano Blade Runner. Dedicó su tiempo a retirar seres fabricados a través de la ingeniería genética denominados Nexus 6. Esos seres son réplicas humanas con una inteligencia y fuerzas muy superiores a los propios humanos. Está semiretirado, pero es llamado por su antiguo jefe (Bryant) puesto que media docena de Nexus 6 han llegado a la Tierra procedentes de colonias interestelares. Dos de ellos ya han muerto. Quedan cuatro considerados altamente peligrosos por su violencia. Aunque es reacio a aceptar el encargo, bajo presión de Bryant, dice sí al trabajo.
Estamos en Los Ángeles. Noviembre
del año 2019. La ciudad se ha convertido en un laberinto de mercados
interminables, en una mezcla de razas delirante, en una ciudad caótica y
decadente en la que siempre cae una lluvia plomiza. Todo ser vivo puede
fabricarse y es casi imposible distinguirlos de los auténticos.
Deckard persigue a los Nexus 6,
que tienen como objetivo llegar hasta su creador para que les otorgue la
posibilidad de vivir más tiempo (fueron fabricados para que pudieran vivir
cuatro años y, además, están faltos de empatía y sentimientos). Han
desarrollado la capacidad de crear sus propios sentimientos al plantearse la
posibilidad de morir. Por el camino, Deckard irá eliminando a los Nexus 6 y
correrá peligro de muerte frente a ellos cada vez que se cruza en su camino.
Conocerá a Rachael, otro ejemplar de replicante que no sabe que lo es. Esta, al
contrario que el resto, le salvará la vida y terminará enamorada del Blade
Runner. Igual que Deckard de ella.
Deckard termina su trabajo
eliminando a los replicantes (uno de ellos, el líder Roy, le perdona la vida)
aunque no acaba con Rachael. El Blade Runner y Rachael huyen hacia un futuro
incierto y desconocido para ellos (y para el espectador) puesto que Gaff
(ayudante de Bryant) les permite escapar en el último momento. Este podría ser
el resumen argumental de la famosísima y algo sobrevalorada ‘Blade Runner’del
director Ridley Scott. Me temo que muchos dejarán de leer este análisis después
de encontrarse con el sacrilegio que consiste en decir que está sobrevalorada.
Pero estoy convencido de ello y, por eso, lo digo.
En dos de los diálogos de la
película se concentra buena parte del tema principal que Scott quiere tratar.
La conversación entre Tyrell
(director de la compañía que crea los Nexus 6) y Roy Batty (líder de los
replicantes) es, con seguridad, la que expresa mejor el objetivo temático de la
película. Es esta:
Roy Batty: No es cosa fácil
conocer a tu creador.
Tyrell: Y ¿qué puedo hacer yo por
ti?
RB: Puede el creador reparar lo
que ha hecho.
T: ¿Te gustaría ser modificado?
RB: ¿Y quedarme aquí? Pensaba en
algo más radical.
T: ¿Qué es lo que te preocupa?
RB: La muerte.
El creador, Dios, frente a lo
creado. Un replicante o un ser humano. El silencio de la deidad. Lo inaccesible
que puede llegar a ser. ¿Puede Dios cambiar las cosas? El tiempo que se acaba
con la muerte y hace preguntarse a los seres vivos (¿lo es un Nexus 6?) sobre
su futuro. El miedo a lo desconocido. La necesidad de encontrar respuestas en
la filosofía y en la teología.
Sobre esto es sobre lo que se
ordena el fondo ideológico de ‘Blade Runner’. Y, a decir verdad, lo deja
enunciado, pero no termina de profundizar. Plantea, pero no resuelve casi nada.
En otra intervención de Roy Batty
se plantea el problema del tiempo que corre sin parar hacia la nada:
RB: Es toda una experiencia vivir
con miedo ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo.
Hace referencia a la llegada de
la muerte, a la imposibilidad de modificar la fecha de caducidad que un
replicante tiene, que un hombre tiene aunque no sepa cuál es. Es muy
interesante el planteamiento que hace Scott sobre la falta de pasado (a los
Nexus 6 se les implantan recuerdos falsos) que lleva a la imposibilidad de un
futuro cualquiera y que convierte el presente en algo sin sentido, vacío de
cualquier contenido y torturador.
El resto de la película no deja
de ser una historia de amor, una historia policiaca que cuenta con un antihéroe
que lucha contra el que se convierte en héroe desde su villanía; y el relato de
una sociedad que puede terminar con su esplendor al vaciarse de humanidad.
En la película todo es
asfixiante, tétrico y oscuro. El mundo se ha convertido en una masa informe,
decadente; en la que se mezclan columnas griegas y pirámides con escaparates
iluminados por neón y edificios que fueron estandartes de un progreso que
desapareció. Las luces de la policía aparecen en cualquier habitación de la
ciudad puesto que los vehículos no dejan de sobrevolar todo el espacio. Es un
mundo que se sobreprotege de sí mismo.
‘Blade Runner’ presenta una
estética ciberpunk (esto no era novedad aunque alguno piensa lo contrario) que
encaja muy bien con el escenario y la puesta en escena de la película. Los Sex
Pistols ya habían tomado como suya la expresión ‘No hay futuro’. Y es eso lo
que parece defender Scott durante todo el metraje.
Conviven en la pantalla los
grandes edificios que representan la modernidad con los viejos que
representaron lo mismo y ahora se caen a trozos. Y dentro de ellos, viven los
representantes de eso mismo. Las calles se llenan de personas que mezclan un
vestuario muy parecido que les hace similares entre ellos, parecen uniformados
y carentes de personalidad.
Scott es un gran director, pero
lo que mejor hace es convertir la idea en imagen. Su puesta en escena es
magnífica. Por ello, crea un clima perfecto para desarrollar lo que quiere
decir. Y es esto uno de los grandes logros de ‘Blade Runner’.
En la película, el tiempo es un
contador que te hace saber o intuir cuanto te queda para morir. Ni más ni
menos. Los seres humanos viven en un espacio lleno de individuos que parecen
formar parte de una sociedad, pero, en realidad, están solos, hartos de un
mundo del que terminan huyendo a bases construidas fuera de la Tierra. No
parece que vivan ilusionados por un futuro puesto que allí no cabe nada ni
nadie (esto es literal puesto que nos encontramos con una superpoblación
inmensa y todo lo que había se deshace por una decadencia absoluta. Tan sólo
brilla aquello que es ficticio y ajeno al propio ser humano). El tiempo es un
viaje a ninguna parte.
Los replicantes son creaciones de
los hombres. Incompletos. Carecen de pasado, sólo tienen presente y con ello no
pueden imaginar un futuro. Además, ese futuro tiene un límite temporal puesto
que fueron diseñados para que vivieran durante cuatro años.
El tiempo reside en un contador
que suma segundos y les resta existencia de forma irremediable. El tiempo, otra
vez, resulta ser un viaje a ninguna parte.
Los humanos van perdiendo su
condición y, cansados, no parecen temer a la muerte. Nada tiene sentido. Los
Nexus 6, al contrario, cuando desarrollan la capacidad de sentir, cuando se van
pareciendo a lo que es un hombre, comienzan a necesitar tiempo para vivir. El
temor a la muerte aparece para amargarles la existencia.
Parece que los Nexus pueden
llegar a ser personas en el momento de tener alma (esto queda representado por
la paloma que Roy tiene en las manos justo antes de morir y que suelta justo
antes de que ocurra; una imagen gastada y bastante flojita) y eso sólo se
consigue si aman, odian, se enternecen, perdonan o sienten miedo ante la
muerte. Sólo pueden ser hombres cuando se preguntan si lo son.
Los seres humanos de la película
parecen haber olvidado esa pregunta y se dejan llevar. Se desintegran y con
ellos la sociedad. Tal vez sea al revés. Eso en la película no queda claro. El
caso es que el problema se plantea en términos de destrucción individual y
colectiva cuando desaparece la humanidad de las personas.
Es curioso que sean los
replicantes los que representan la búsqueda filosófica y teológica del sentido
de la vida, los que se hacen la pregunta que se hace el hombre desde que lo es:
¿qué soy?
Las interpretaciones, salvo la de Rutger Hauer que está soberbio, son el reflejo de lo que debió ser el rodaje de la película. Algo aburridas. Sean Young guapa y sosa. Harrison Ford hasta las narices.
La estética del trabajo es
deudora excesiva de 'Metrópolis'. La música de Vangelis resulta algo excesiva dependiendo
de los tramos. Y el ritmo es desigual en exceso, tanto argumentalmente como en
su carga de contenido.
En definitiva, una muy buena
película, sin duda. Pero que se queda a medias en sus propuestas filosóficas.
Algo que pone en entredicho la idea que muchos manejan cuando afirman que es la
madre de todas las películas.
G. Ramírez
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