'El tiempo del lobo': El dolor de lo bueno
Según la mitología nórdica serán
los lobos los que devorarán el sol y la luna justo antes del fin del mundo.
Michael Haneke, muy en la línea de Thomas Hobbes, nos enseña a un hombre que no
es más que un lobo para el hombre. Y lo hace desde una narración abierta de
principio a fin. Lo que sucede no hay que comprenderlo como parte de un colapso
total de la humanidad sino como desastres personales que suman convirtiendo el
resultado en inexplicable, contradictorio e inevitable. La humanidad ha
fracasado (el espectador no sabe el porqué). Cada persona se enfrenta a su propia
desgracia. Los hijos no encuentran refugio en los padres que tratan de
sobrevivir como pueden y se distancian sin remedio (con Haneke siempre
encontramos el terror en lo jóvenes); se convive con el horror porque es un
ingrediente más de la vida (la escena de la violación en la estación del tren
es, sencillamente, espeluznante); la muerte se instala con naturalidad junto a
cada persona; el mundo es un infierno y los hombres han devorado el sol y la
luna a base de acumular maldad y desinterés por todo lo que no sea él mismo.
Ahora bien, Haneke deja la puerta abierta (casi siempre lo hace). Bien sabe
este director que la fuerza de las personas puede ir mucho más allá y prende
una luz de esperanza al final de la película. Lo que ocurre es que alimenta esa
esperanza desde un lugar extraño, desde la propia maldad, codicia y brutalidad
del ser humano. Podrá salir adelante por su condición y esa condición es la
suma de todo lo que es.
Michael Haneke se apoya en Isabelle Huppert para ofrecer su propuesta. Espléndida, la actriz; espléndida la propuesta; no tanto el producto final. Escenas como la que abre la película es maravillosa aunque a medida que avanza la trama, la película va perdiendo fuerza de forma inevitable (es lo que tienen los grandes retos). La fotografía magnífica. La dirección de actores notable. Pero el guion se pierde en exceso en el drama individual perdiendo perspectiva sobre la totalidad de forma excesiva. Puede colar como guion aunque las expectativas que deja abiertas sobre filosofía y mitología no se ven cumplidas. En cualquier caso buena y exigente película. Enfrentar al espectador con un sacrificio ritual que un crío decide realizar para engrosar el número de justos que han de morir para salvar la humanidad o la toma final (traveling lateral) desde el tren no es fácil. Ni es sencillo enseñar al hombre lo más sucio que lleva dentro para que lo valore. Ni son del gusto general los planos fijos eternos a los que nos tiene acostumbrados este director. Haneke se acerca peligrosamente a la zona más oscura, pero lo hace moviendo la cámara de forma magistral, guste más o menos. Lo bueno es, a veces, doloroso.
G. Ramírez
0 comments