‘La Restauración’: La reflexión como herramienta para conocer

by - marzo 24, 2024

 

Lana Aubrey.

Se ha estrenado, en la Cineteca de Matadero Madrid, la ópera prima del joven realizador David M. Mateo, ‘La Restauración’; y el cine independiente de los nuevos realizadores siempre se recibe con alegría y expectación.

La película, siendo un producto sorprendente gracias a su factura limpia y su capacidad para generar sensaciones en el espectador -dada su clara invitación a la reflexión- presenta algunos aspectos que son casi inevitables si el trabajo es el primero de un realizador o de un guionista (en ‘La Restauración’ son recién llegados ambos). Se intenta exigir un esfuerzo al espectador que no siempre está dispuesto a hacer; el equilibrio entre información y expresividad es escaso y, por otra parte, se incluyen referencias muy específicas que están sólo al alcance de pocos y que el común de los mortales deja pasar sin dar importancia. Y así, la narrativa de la película se puede vaciar por los cuatro costados si el espectador medio decide no hacer el esfuerzo que se le pide. Estos detalles pueden jugar una mala pasada. Pero está muy bien que los nuevos realizadores apuesten por su trabajo sin pararse a pensar en que el espectador quiere pasar el rato frente a la pantalla o no le interesa un cine que invite a detenerse para reflexionar. Cada tipo de cine tiene un tipo de espectador.

Lana Aubrey (Izq) y Sonia Almarcha.

El guion de Laura de Dios es, tal vez, más literario de lo recomendable. Porque, traducido al lenguaje cinematográfico, los gestos de los actores, el lenguaje corporal en su totalidad, o la iluminación, por ejemplo, no son suficientes para explicar bien qué está pasando. Ahora bien, si el espectador entiende lo que ve y escucha (cosa muy difícil dadas las circunstancias que vivimos) es cierto que todo puede tomar un sentido más que interesante. Esa clara invitación a explorar las diferentes capas del relato no deja de ser atractiva y magnética. Sea como sea, algo más de información no hubiera estado mal.

Fiar el éxito de un trabajo a una sola actriz, como es el caso, es muy arriesgado. Y si esa actriz es nueva en el ámbito de la interpretación la apuesta es considerable. Si a esto le sumamos que la actriz no habla ni una palabra de castellano y sólo repite un texto aprendido en su fonética (el personaje sí habla en castellano), la cosa se pone muy cuesta arriba. Lana Aubrey es verdad que llena la pantalla y soporta el peso de todo el trabajo. Llena la pantalla por su belleza aplastante y soporta el peso de la película desarrollando un arco dramático reducido y efectivo. Es verdad que, tal y como dice el realizador, se trataba de expresar desasosiego y falta de comprensión respecto a lo que ocurre y que con una actriz en esas condiciones se puede conseguir con cierta facilidad. No obstante la dirección actoral tiene mucho mérito.

Gracias al montaje (elegante e inteligente) de José Luis Picado podemos ver a la protagonista subir y bajar las mismas escaleras varias veces, pasear por un pasillo varias veces, plantarse ante un cuadro para restaurarlo varias veces y charlar sin tener que mover apenas un músculo varias veces, sin que nos cause demasiado problema. No es nada malo, ni se trata de un error imperdonable, no, es ser capaz de sacar el máximo rendimiento a lo que tienes a mano para trabajar. Y es que es más importante el clima que se crea que lo que le está sucediendo al personaje; en definitiva, es más importante el trabajo reflexivo y de asimilación del propio espectador que lo que sucede en pantalla. El espectador se hace protagonista. Es esto lo más interesante de la cinta y su gran logro. Con muy poca cosa se obtiene un resultado notable.

El trabajo interpretativo del jovencísimo Dylan Torrell está muy bien. Con los niños hay que tener mucho cuidado en esto del cine y Mateo consigue que no se le vaya de las manos el asunto. Hay que apuntarlo, también, en el haber del realizador.

Dylan Torrell admirando el fresco de Luca Giordano en el Casón del Buen Retiro.

La fotografía de Willy Jáuregui estupenda. El diseño de sonido de Álex Marais extraordinario y limpio como una patena, un trabajo que se convierte en un elemento narrativo de máxima importancia y un vehículo de transmisión de las sensaciones que se quieren despertar. Y la música de Hugo Race muy acertada para acompañar el guion. Los efectos especiales a cargo de Crafthive Creative de bella factura (la desaparición de la idea que invade la consciencia del personaje principal y que estaba concentrada en el cuadro que restaura es un momento casi mágico de la película).

En definitiva, un comienzo que deja abiertas muchas puertas a David M. Mateo y que invita a seguir la labor de este joven autor que puede entregar trabajos interesantes en el futuro.

Nirek Sabal

You May Also Like

0 comments