‘La Profecía’: El horror en un rostro
Esta es una de las mejores películas de terror de todos los tiempos. La mezcla de religión, maldad, bondad inservible, muerte y miradas intrigantes, es perfecta.
Si tuviera que elegir diez
películas que me dan mal rollo, sin duda, ‘La Profecía’ estaría entre ellas. No
hay grandes efectos especiales (una cabeza volando y poco más), no hay sustos
horribles, no hay baratijas, vaya; pero la película está muy bien contada, lo
que narra es el verdadero horror (la maldad en estado puro), los actores están
más que bien y, sobre todo, el niño (Damian) tiene una cara de mamón que pone
los pelos de punta. Qué mirada. Además, la música de Jerry Goldsmith ayuda
mucho a crear ese clima del que es imposible escapar durante los ciento nueve
minutos de metraje. El verdadero infierno.
La he visto varias veces y aún me
sigue dando miedito. Esas fotografías que señalan la muerte próxima de los
retratados, los sacerdotes enloquecidos por la llegada del demonio, los perros
que acompañan y guardan al mal, la intuición de una madre que no puede mirar a
su hijo porque sabe lo que hay, un hombre consciente de que su cobardía le ha
llevado a todo eso y ve como pierde su vida entera; todo el conjunto es
suficiente para que te pegues al asiento y no quieras saber nada de lo que hay
más allá de la luz (de la de la habitación, digo). Si a esto le sumamos la cara
de mamón del niño que interpreta a Damian, tenemos asegurado un rato
inolvidable.
Siempre que la comienzo a ver, me
pregunto si la película habrá envejecido bien o la estética y el punto de vista
se habrán quedado anticuados. Siempre que acabo de verla, pienso en lo bien que
se hacían las cosas cuando el cine era cine de verdad y no tanto ordenador ni
tantas dimensiones.
El sexto día del sexto mes y a
las seis de la mañana nace un niño. Estamos en Roma. El padre es el embajador
norteamericano en esa ciudad. Le comunican la muerte del bebé. Él, desesperado,
visita un hospital católico donde le ofrecen un recién nacido a cambio. Así
podrá ocultar a su esposa el drama. Todo parece normal hasta que la niñera de
Damian (después de ver a un perro de lo más inquietante) se ahorca durante el
cumpleaños del niño, en presencia de todos los invitados. A partir de aquí la
cosa se complica de lo lindo. Unos versículos del Apocalipsis que anuncian la
llegada de Lucifer a la tierra se van convirtiendo en realidad a medida que
avanza la trama.
Gregory Peck interpreta el papel
de padre; Lee Remick el de madre y al niño, a Damian, le da vida un enano con
cara de mamón que tira de espaldas. Richard Donner fue el que dirigió el rodaje
de esta joya del cine de terror.
La película se estrenó en 1976
y, supongo, que serán pocos los que no la hayan visto. Si aún queda alguien en
el mundo en esas condiciones (imperdonables condiciones) acepten este consejo:
apaguen las luces del resto de la casa, tengan a mano algo de beber, si fuman
preparen tabaco y mechero, dejen que anochezca, pulsen la tecla play y esperen.
El número 666 y la cara de mamón de Damian no se les olvidará jamás. Mal rollo y
buen cine es una mezcla inigualable.
Nirek Sabal
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