‘El nuevo mundo’: El universo y Dios son la misma cosa
El año 1607 un grupo muy reducido de hombres llegaron a lo que hoy se conoce como Virginia en Estados Unidos. Ese mismo año levantaron el fuerte Jamestown. El guion de ‘El nuevo mundo’ nace de los diarios de John Smith y de los libros escritos por los historiadores James Barlowe y Robert Beverly. Gran película de Terence Malick.
Terrence Malick fija la atención
en ese momento histórico en el que los primeros colonos ingleses llegaban a
América y utiliza la famosísima historia de amor imposible entre Pocahontas y
el Capitán Smith, como excusa para volver a convertir en un enorme poema la
pantalla. 'El nuevo mundo' no es una película que hable del amor. 'El nuevo mundo' es un canto melancólico a la pérdida de identidad del ser humano cuando dejó de
estar pegado a la Tierra, a su único hogar. El drama fue y sigue siendo
tremendo puesto que el hombre no puede serlo sin su entorno. El Paraíso y la
pérdida de la inocencia son temas muy recurrentes en la corta obra de Malick.
Es verdad que la historia entre
el buscador de fortuna John Smith (encarnado por un serio y profundo Colin
Farrell) un tipo valeroso, inundado de valores; y la joven que no evita
descubrir el mundo y hacer suyo lo propio y extraño, Pocahontas (’juguetona’),
papel interpretado por una maravillosa Q´Orianka Kilcher; es muy llamativa, muy
seductora. Pero Malick solo cuenta lo que le interesa, lo que puede estar al
servicio de lo que él entiende que es fundamental: la madre naturaleza, el edén
despreciado y maltratado por sus hijos. Le gusta más presentar a los indios
powhatan como parte de la Naturaleza, como otro animal más, no se entienden
esas cosas por separado. Lo de Pocahontas es anecdótico.
Malick va dibujando, plano a
plano, un mundo idílico. El fotógrafo Emmanuel Lubezki realiza un trabajo
portentoso (se rodó en 65 mm, con la luz del amanecer o del atardecer y usando,
en muchas secuencias, la steadicam; buscando las zonas sensibles de los cuerpos
para contar la historia de amor, buscando planos oblicuos que aportan sensación
de prisas, de pasiones; nada es casual en el trabajo de Lubezki). Malick
utiliza la voz en off para ir haciendo crecer a los personajes y lo hace con
esa voz porque es la que trata de representar el pensamiento. Los diálogos se
hacen breves, los silencios se convierten en las zonas narrativas más
relevantes, los ojos de los personajes se muestran siempre con un punto de
misterio, huidizos. Todo ocurre al ritmo de un tiempo ancestral que parece
detener y detenerse. El azar y la necesidad son la misma cosa; los hombres se
equivocan y todo ocurre al ritmo del error que supone no saber que lo bueno del
universo se pone en peligro.
Q´Orianka Kilcher y Colin Farrell
están acompañados por Christian Bale (discreto), Christopher Plummer, David
Thewlis y Wes Studi (¿recuerdan a Mawa, el señor de la guerra de los hurones en 'El último mohicano'?). El conjunto funciona muy bien.
El adagio del 'Concierto para piano No.23' de Mozart nos acerca al amor; el Preludio de 'Das Rheingold' de Wagner nos arrastra a ese descubrimiento de las nuevas tierras.
No puedo dejar de señalar una
parte de la trama que suele pasar desapercibida y es sumamente importante y
divertida. Un jefe indio viaja a Inglaterra para 'buscar a ese Dios del que
tanto hablan'. Le veremos buscando en los jardines, en espacios abiertos. No
encuentra nada, claro. Y no entiende cómo no puede estar en la Naturaleza.
Antes ha estado en un templo y allí ve una imagen, pero no le debe parecer ni
un dios ni nada de nada. Y es que Dios (si es que existe) y el universo no
pueden ser cosas distintas.
Película preciosa, lenta,
reflexiva, profunda. Una de las mejores filmadas en este siglo.
G. Ramírez
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