'La fuente de las mujeres': Entre dos aguas
Es una pena que películas tan bien planteadas y soportadas por un guion tan sólido como es el caso de ‘La fuente de las mujeres’ se queden a medio camino por los miedos del realizador, por no querer molestar a nadie. Divertida y amable aunque podría haber sido extraordinaria.
La igualdad entre hombres y
mujeres es eso que todo el mundo parece desear y que nunca llega. Algo que
vende mucho entre los hombres respecto a las mujeres y poco más. Es verdad que,
poco a poco, se han ido consiguiendo rebajar diferencias; tan verdad como que
el problema parece eterno.
Este es el asunto que aborda el
realizador Radu Mihaileanu en su película «La fuente de las mujeres». Un
trabajo que, si bien es agradable y muestra aspectos técnicos notables, se
queda a mitad de camino en su propuesta. El problema fundamental es que son tantos
los anclajes que busca que todo se queda en la superficie. Hay que insistir en
que el rato que ofrece es amable y ameno.
Radu Mihaileanu busca un montaje
entre lo visual y lo narrativo que ya le ha funcionado bien en otras películas
(en esta también), un guion entre la comedia y el drama que evita los puntos
conflictivos y, así, los ataques frontales de un sector contrario a la idea que
defiende (ese cuidado con el que anda el realizador es irritante), un contraste
perpetuo entre los buenos y los malos excesivo. Con todo ello, la cosa queda en
un sí, pero no. Y es una pena porque la película arranca con fuerza y claridad
para que todo se difumine entre bondades y medias tintas.
Ahora bien, lo que se quiere contar se cuenta con claridad y fuerza.
Todo ocurre en un poblado, que
podría ser cualquiera del norte de África, en el que no hay agua, en el que las
tradiciones se muestran tercas, en el que la sequía agota la supervivencia de
todos, en el que la religión ordena todo desde una interpretación errónea. Una
de las mujeres promueve una pequeña revolución para conseguir que los hombres
modifiquen sus actitudes con respecto a las mujeres (Aristófanes ya hizo esto
en sus comedias. El mito de Lisístrata es de donde sale la idea para esta
película). Y, a partir de aquí, todo se desarrolla en clave de enfrentamiento
de sexos.
Se acompaña la acción de una
banda sonora magnífica soportada sobre música tradicional árabe. Sería imposible
entender el relato sin esas canciones, sin saber lo que dicen unos y otros al
cantar. Casi siempre son las mujeres las protagonistas y si son los hombres los
que interpretan alguna canción es para terminar haciendo el ridículo. El
realizador utiliza esto para explicar la falta de sensibilidad ante la belleza
del género masculino. Pocas veces la música matiza tan bien y hace avanzar la
acción con tanta fuerza como en este trabajo.
Las interpretaciones son
estupendas. La dirección actoral no presenta fisuras y todos los que aparecen
en la pantalla parecen integrados en el proyecto. La actriz principal, Leila
Bekhti, sobresale de forma especial. Por su trabajo y por su belleza. Su
personaje es el eje de la narración y ella lo sabe. Pone toda la carne en el
asador desde el principio y los problemas de la película quedan en segundo
plano. Hafsia Herzi defiende su papel más que bien y Biyouna (viejo rifle en la
película) hace una labor espléndida.
La fotografía bien, el sonido muy
bien, el montaje excelente. Vestuario y maquillaje notables. Todo bien salvo
ese afán por contar todo y dejar lo fundamental algo olvidado. Parece más una
excusa para hacer el resto del trabajo que lo esencial del relato.
Ahora bien, si 'La fuente de las
mujeres' sirve para que, efectivamente, las cosas cambien, ese quedarse entre
dos aguas será bienvenido. De hecho, recomiendo que todo el mundo la vea. Se
pasa un rato muy agradable. Hay emoción, uno sabe lo que le están diciendo y la
película deja un poso en la conciencia de cualquiera.
Si ver cine en versión original
es siempre recomendable, en este caso, es casi imprescindible. Es un esfuerzo
que merece mucho la pena.
Nirek Sabal
0 comments