‘Hijos de los hombres’: Natalidad cero o cómo el mundo se convierte en un infierno

by - septiembre 16, 2024

‘Hijos de los hombres’ (‘Children of men’, 2006) es una película sobrecogedora, terrible. El planeta Tierra se ha convertido en un monumental caos que lo ha transformado en un enorme vertedero, en un lugar muy poco amable para vivir. Las mujeres dejaron de ser fértiles dieciocho años atrás y la extinción del ser humano es cuestión de tiempo. Gran Bretaña parece que es el último bastión en el que la civilización occidental puede aguantar la destrucción total. Es el único país en el que todavía hay ejército y es manejado por un Gobierno opresor y cruel. Solo los británicos tienen oportunidades puesto que el resto de las personas son consideradas refugiados y tratadas como ganado. Sin embargo, en manos de un grupo terrorista se encuentra la única esperanza para la Humanidad. Existe.

Técnicamente, la película es soberbia. Cuarón utiliza el plano secuencia de forma espectacular. Para el que no lo sepa, un plano secuencia es una toma sin cortes de larga duración. Esta elección es muy acertada porque Cuarón busca que el espectador se implique en la acción al cien por cien. De paso, en este caso, la cámara nerviosa y, a veces, al hombro, convierte el plano secuencia en un documento con el que se dibuja la realidad. O casi. Se hacen espectaculares cuando el realizador obliga a los actores a regresar sobre sus propios pasos. Es fácil intuir que se necesita un cuidado especial, milimétrico, casi de exactitud quirúrgica.

Todo lo que vamos conociendo coincide con lo que sabe el personaje principal, Theodore Faron (encarnado por un excelente Clive Owen). Theo ve y el espectador ve; Theo escucha y el espectador escucha. Nada que no vea el personaje puede saberlo el espectador. Llega al extremo la intención del realizador cuando incluye un leve pitido en el sonido de la película. Es el mismo que siente Theo desde que una bomba estalló muy cerca de él (ocurre al comenzar la cinta). Que el punto de vista esté tan pegado al personaje, obliga a Cuarón a entregar la información precisa a través de los carteles de las paredes, de la televisión, de los grafitis... Cosas de ese estilo.

El personaje principal es otra de las razones por las que el espectador bucea en la acción desde el principio y la hace suya. Theo no tiene fe, se siente descreído, siente que las esperanzas se esfumaron tiempo atrás. Es todo dudas, se siente ignorante y oprimido. Y en él, en sus manos, queda el destino de la humanidad. Menuda faena. Y por ello el espectador se involucra desde muy pronto.

Julianne Moore, aunque en un papel corto, está estupenda. El resto del reparto cumple muy bien. Destacan Michael Caine (fumando maría y con aspecto de yeyé) y Chimetel Ejiofor (la escena del parto es enternecedora e intensa).

La puesta en escena es espectacular. Todos los detalles están cuidados al máximo. Parece que ese mundo que se ve desde una verja es real.

En los años 70, Michael Campus dirigió ‘Edicto siglo XX: Prohibido tener hijos’. Contaba justo lo contrario que ‘Hijos de los hombres’ aunque tocaban el mismo asunto: la natalidad cero. Protagonizaron la película Oliver Reed y Geraldine Chaplin. La película no triunfó. Tal vez esta de Cuarón sí lo hizo porque los espectadores percibieron una cercanía muy poco gratificante entre ficción y realidad.

Magnífica película.

G. Ramírez

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