‘Desde Rusia con amor’: 007 en la sombra
Sean Connery y Pedro Armendariz |
Sean Connery sigue moldeando al
personaje para que se parezca a él mismo; los guionistas se pliegan a lo que
Ian Fleming narra en sus novelas; Terence Young dirige con acierto e
inteligencia. La película se estrenó en 1963 y se convirtió, con rapidez, en un
clásico. Este James Bond vive en plena guerra fría. Sus enemigos tienen
relación con los rusos, con los chinos, con todo aquello que se acerque al
comunismo. La organización criminal Spectre es la que sirve de nexo para que el
mundo esté en peligro y sea Bond el que resuelva el problema. En esta ocasión,
007 debe conseguir una máquina cifradora llamada Lektor. Con ella, los mensajes
secretos enviados por los rusos podrán ser descifrados. Ernst Stavro Blofeld,
jefe de Spectre, encarga un plan que sea perfecto a uno de sus secuaces (un
campeón de ajedrez para ser exactos).
‘Desde Rusia con amor’ es una
película en la que todo se enreda. Rusos, búlgaros, británicos, Spectre,
gitanos, la máquina Lektor, el Orient Express. Todo ello se oscurece a través
del guion (la fotografía es fiel a la idea y es, también, ciertamente oscura),
todo tiende a la zona más gris y peligrosa del espionaje. Bond sigue siendo
despiadado, cínico y ocurrente; un galán misógino. Aunque esta vez es algo más
vulnerable. Si cae al suelo se levanta con polvo en el traje, si pelea contra
el malo se lleva algún golpe que otro. Incluso tiene algún punto de debilidad
frente a las mujeres. La astucia del personaje, eso sí, se ve reforzada en esta
película. La fotografía invita a observar al personaje en su zona más gris. Es
la más oscura de toda la serie, casi con toda seguridad.
Sean Connery y Daniela Bianchi |
Le acompaña esta vez Tatiana, agente rusa que forma parte de la doble trama desde una clara ignorancia. La que fue Miss Italia, Daniela Bianchi, encarna el papel. Sosa aunque no molesta. También acompaña a Connery un Pedro Armendariz estupendo en la que sería su última película. Defiende un papel muy importante en la trama y hace una extraordinaria pareja con el protagonista. El villano es Red Grant (interpretado por Robert Shaw), un loco que asesina todo lo que se le pone por delante.
Para ver, hoy en día, ‘Desde Rusia con amor’, hay que hacer un ejercicio de generosidad. De no ser así, si nos situamos frente a la pantalla esperando ver una película de cine moderno, es posible que no podamos disfrutar de ella. Por ejemplo, la escena en la que la actriz Lotte Lenya se disfraza de camarera y se enfrenta con Bond, podría resultar completamente ridícula. Después de conocer una operación colosal en la que los servicios secretos de varios países se ven involucrados, después de conocer un plan maquiavélico de la organización Spectre, ella intenta robar la máquina Lektor como si fuera un secador de pelo o algo así y su enfrentamiento con 007 resulta pueril. También es cierto que ese personaje es miope y algo exagerado en todo lo que hace, por lo que una buena dosis de ironía le echó el guionista y hay que saber apreciarlo. Del mismo modo que los efectos especiales son muy limitados, el concepto de cine era otro distinto al actual. Y, también, conviene hacer un ejercicio de humildad si no se conoce la historia del cine. Alguien dijo que la zona narrativa que tiene como escenario el tren es una sucesión de paseos sin sentido. Eso es un homenaje al cine de Alfred Hitchcock que sirve, de paso, como motor de la trama y marca un avance argumental exacto. El tiempo narrativo casa con el histórico gracias a esa zona expositiva.
La banda de John Barry es un
juego de variaciones sobre el tema de James Bond, que termina resultando un
conjunto sonoro de gran valor por las sensaciones que se despiertan en el
espectador. La reiteración en los compases, el uso de cuerdas con sonidos
exóticos o los larguísimos compases agudos con los metales en marcha, hacen de
la banda sonora una joya.
Peliculón que no puede dejarse de
ver.
G. Ramírez
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