'Octopussy': Mucho entretenimiento (?) y un 007 vacío

by - junio 15, 2024



En 1983, cuando se estrena ‘Octopussy’, el nivel de aniquilación del personaje se eleva hasta límites asombrosos. Un 007 al que le falta un andador, una idiotez en el guion fuera de lo normal y unos diálogos lamentables, son ingredientes de un trabajo bastante lamentable. Alguien dijo que la película es entretenida y se deja ver. Pero no hay quien, siendo seguidor de Bond y amante del cine, pueda mirar la pantalla sin ruborizarse.

‘Octopussy’ nace de la lectura de dos relatos breves firmados por Fleming. ‘Octopussy’ y ‘Property of a lady’. De ahí sale la primera idea que, más tarde, se mezcla con un guion (firmado por George MacDonald Fraser, Richard Maibaum y Michael G. Wilson) que nada tiene que ver. Un refrito espantoso. Esta es la 13ª entrega de la serie y la sexta en la que aparece, por desgracia, Roger Moore. En ese momento, 1983, Indiana Jones se mueve con fuerza por las pantallas y se trata, con esta película, de emular las aventuras del héroe. Lógicamente, sin resultado alguno. Para que ustedes se hagan una idea, James Bond aparece gritando como Tarzán y se lanza de liana en liana. Pero, además, va de un lado a otro a caballo (¿recuerdan a Indiana?) tratando de parodiar las persecuciones propias de los westerms; y, si se trata de agua, se traslada dentro de un cocodrilo mecánico. Como remate, Bond se disfraza de payaso en un auténtico clímax de patetismo (una excelente metáfora de la época Moore).

Con estos mimbres, John Glen hace lo que puede. Sin resultado positivo, tampoco. Vemos una persecución en la jungla india que está mal rodada, mal montada y mal rematada. Una constante en la película. Y es que cuando no hay de donde sacar es mejor dejarlo estar. Por otra parte, la credibilidad narrativa es nula. El circo femenino de ‘Octopussy’ es, no solamente poco creíble, es un desastre interpretativo.


Los villanos, Louis Jordan y Kabir Bedi, no son más que secundarios planos que si los cambiasen por otros distintos, sería lo mismo. Y las chicas Bond, Maud Adams (la única que repitió durante la serie) y Kristina Wayborn, son como floreros en la trama. Por cierto, Bond vuelve a ser el de ‘La espía que me amó’, en cuanto a su relación con la protagonista que queda reducida a una especie de caniche desvalido y necesitado de un amo protector.

Se salva del desastre la escena inicial en la que Bond escapa a bordo de un avión muy curioso y no está mal la escena final que se desarrolla en otro avión más convencional (esta vez es una pelea en el exterior de la nave y en pleno vuelo).

Desmontar un personaje con el carisma de James Bond ya parece una herejía. Hacerlo para convertirlo en un fantoche debería ser un delito con posibilidad de grandes penas. Porque hacer una mala película de aventuras, no tener gracia o querer ganar dinero ofreciendo un pastiche, tiene cierta justificación y lo han hecho muchos y muchas veces; pero hacer esto con un personaje como el de Fleming no tiene perdón alguno. Veintiocho millones de dólares de presupuesto; veintiocho millones de dólares tirados a la basura. Por cierto, se libra del desastre la música de John Barry, una partitura que incluye temas tan agradables como ‘Arrival At The Island Of Octopussy’ o ‘The Palace Fight’. La canción que suena al comienzo y al final, ‘All Time High’ la interpreta Rita Coolidge.

G. Ramírez

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