'Poesía': De la belleza y de su contemplación

by - agosto 24, 2024

'Poesía' ('Shi (Poetry)', 2010) es una de esas películas que reclaman ser vistas una segunda o tercera vez. Con tranquilidad. Pasado un tiempo en el que se alimentan las ideas y las sensaciones se retiran para dar paso a una reflexión necesaria. Al aparecer los créditos finales en pantalla, uno sabe que deja algo atrás. Olvidado, no reconocido como lo que es verdaderamente. Uno sabe que reconocer la belleza, la claridad de ideas, requiere cierto esfuerzo.

'Poesía' es una película extraordinaria. Y difícil de ver sin errar la interpretación. Algo que no debe preocupar a nadie puesto que es muy común cuando la obra asume el reto de buscar la esencia de las cosas elegidas, cuando los vehículos que se utilizan para ello son diversos y poco usuales. En este caso se suma que la cultura oriental nos queda lejos a la mayoría de occidentales y no terminamos de ver lo evidente para ellos. Desechar algo por el camino siendo importante puede pasar. Perderlo para siempre se puede evitar regresando, tantas veces como sea necesario, a la obra.

De esto que acabo de comentar habla 'Poesía'. De la belleza y de su contemplación. Una belleza que para los orientales significa brillar, aparecer, ser visto. La poesía es un vehículo que Lee Chann-dong utiliza para llegar hasta donde coloca el núcleo narrativo. La belleza. Plantea, al mismo tiempo, algunos asuntos que nos llevan hasta el mismo lugar. ¿Quiénes pueden acceder a la poesía? ¿Cómo podemos observar el mundo? ¿Qué función tiene el lenguaje? ¿Cómo se dibuja un ser humano que mira sin atención el entorno? ¿Puede alguien sobrevivir al mundo si decide contemplarlo? Más vehículos para indagar en la belleza.

El director se apoya en un guión sensacional que se va llenando de frases aparentemente simples y encajan entre ellas con perfección explicándose unas a otras. Y en una fotografía sencilla y efectiva (Kim Hyunseok) que sirve de contrapunto a la idea fundamental de la película. A veces, puede parecer que esa fotografía roza lo simple, una superficialidad a la que se llega por descuido técnico, aunque el espectador atento, inmerso desde el principio en la historia, aprende que eso no es lo que parece, que detrás de cualquier cosa podemos contemplar una belleza que está para ser descubierta.

Lee Chang-dong evita la música para que los matices de la partitura no interfieran con la imagen. Ni quiere ayudas, ni quiere trampas. Para ver no hacen falta puntos de apoyo que distorsionen la sensación.

El espectador va encontrando respuestas a todas las preguntas que se plantean. No de forma explícita. Es el conjunto lo que aporta una solución para cada cosa.

No todo el mundo puede acceder a la poesía. Se trata de una forma de concebir el mundo, de una búsqueda constante, de reservar la condición de niño hasta el final. Porque el mundo de la poesía se rellena de cuestiones que sólo una mirada inquieta, interesada por lo que pasa a su alrededor, es capaz de resolver. Desde el lenguaje, desde la investigación con ese lenguaje. Tampoco puede ser poeta el que no se toma en serio ese lugar de la realidad. ¿Puede alguien construir un mundo en el que no cree o que, sencillamente, no sabe apreciar en su esencia?. Es muy revelador cómo confronta Lee Chang-dong al poeta maldito y descreído con otro que dedica todos sus esfuerzos por conservar lo que cree que está en peligro. La propia poesía. Ni puede hacer poesía el que se queda en la superficie intentando lograr un retrato, más o menos, estético. Un poema es otra cosa.

Esta película es grande. No sólo por el tema que aborda sino por cómo lo hace. Y es el punto de vista elegido lo que la eleva a una altura poco habitual en los tiempos que corren. El de Mija, una anciana que comienza a olvidar palabras a causa de una incipiente demencia senil. El papel lo defiende Yun Junghee. Maravillosa actriz que ha participado en un gran número de películas y series de televisión. Espléndida, creíble, contenida. Perfecta. Mija vive un mundo alejado de la realidad. A los ojos de otros parece una de esas personas que no se enteran de nada. Desde niña habita su propio mundo sin enfrentar una realidad mucho más gris y terrible que contiene la suya propia. Le conmocionan lo que otros son incapaces de observar porque no prestan atención. A Mija le mueve lo pequeño, cada detalle, la sencillez de un mundo muy pegado a ella. Decide escribir un poema y, para ello, se inscribe en un curso. Es la mayor de los alumnos. Ese será el hilo conductor de la acción. Mija y su poema. Descubre la realidad a través del un lenguaje que está olvidando (este es un mecanismo que el director maneja para generar un clima incierto alrededor del personaje y logra una tensión narrativa envidiable). Vive con su nieto; un joven incapaz de manifestar cualquier tipo de emoción, incapaz de empatizar con el entorno. Sirve de crítica esto al mundo del joven actual encerrado en los ordenadores, en la música como aislante de los sentidos. Y sucede una tragedia. Una compañera de su nieto se suicida. El mundo de la anciana comienza a desmoronarse cuando sabe que el chico tiene algo que ver con el suceso. Comienza la reconstrucción. Pero ¿es eso posible?

Descubre que lo bonito de su mundo es superficial, que la belleza es algo mucho más profundo. Pero que esa belleza contemplada por ella puede hacerse universal logrando una representación, un poema. Decide asumir el papel de la muchacha en el mundo. Hace lo que ella hizo hasta las últimas consecuencias, camina por los lugares que ella transitó, intenta una vida ajena para entender. Deja atrás las flores que desprenden aromas exquisitos para adentrarse en un mundo duro y cruel. Convierte la realidad en un poema y entiende que la belleza está en la realidad y no en su realidad.

El personaje crece sin parar desde la relación con los otros, desde el vínculo con el lenguaje escrito. Una evolución sicológica que envuelve todo y arrastra al espectador, de principio a fin, hasta un mundo que se descompone a medida que aparece Mija; al espectador que se pega a la butaca esperando encontrar, saber porque asiste a una vida extraordinaria en un mundo ordinario. El personaje frente a nosotros. Como debe ser siempre que se trata de narrar.

Atiendan, especialmente, a la exposición del día más importante de su vida que hacen los alumnos del taller de poesía. Y comprueben las diferencias entre todos y ella. Lo normal frente a lo sublime.

Sólo un personaje tan inmenso puede dar tanto juego. Sólo un director tan inmenso puede hacer cine de esta categoría.

G. Ramírez

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