‘Interstellar’: El amor y la física cuántica
‘Interstellar’ es una excelente película de ciencia ficción con la que el realizador británico Christopher Nolan indaga en terrenos más humanos, más entrañables, que a los que nos tiene acostumbrados. Un espectáculo fascinante.
Que 'Interstellar' (2014), del
realizador Christopher Nolan, es un espectáculo visual de potencia monumental,
nadie lo puede poner en duda. Que 'Interstellar' está entre las mejores
películas de este siglo, tampoco. No es la mejor aunque es una de las mejores a
pesar de algunas de las críticas que se han vertido contra ella.
Hay algunas ideas que son
maravillosas y que no se expresan, a veces, con total claridad en el guion. Se
enuncian o se insinúan, pueden pasar de largo sin hacer el ruido que merecen.
Todo lo que sucede está
ocurriendo al mismo tiempo. Pasado, presente y futuro, son lo mismo.
El ser humano, en su evolución,
es el encargado de cuidar del propio ser humano. En el caso de 'Interstellar',
unos seres que abarcan más de cuatro dimensiones son los que preparan todo para
que la especie pueda salir adelante y, por tanto, ellos mismos. Logran que el
futuro quede intacto modificando el pasado.
Todo depende del amor que acarreas en la vida. Las cosas son de una forma u otra dependiendo de la carga amorosa que soporta el hecho.
Un padre es el fantasma del
futuro de sus hijos. Los padres deberán ser los recuerdos de sus hijos (esta
idea se expresa tal cual en la película).
No hay que temer a la muerte sino
al tiempo (otra idea expresada así, literalmente).
Pues esta es una muestra de las ideas que el espectador se va a encontrar una vez que esté delante de la pantalla. El guion de 'Interstellar' es profundo, busca plantear dudas; preguntas, tal vez, sin respuesta, pero que desembocan en otras preguntas mucho mejores. También nos topamos con zonas expositivas algo más simplonas, todo hay que decirlo. La película aborda asuntos técnicos y Nolan prefiere explicar todo para los que no saben nada de física o se hayan perdido con algún detalle más técnico. Es verdad que, en algún momento, las explicaciones son demasiado pueriles teniendo en cuenta que se lo está contando un físico astronauta a otro y no parecen demasiado lógicas esas explicaciones entre dos personas extraordinariamente preparadas. Pero, en general, los diálogos son certeros y llenos de sentido.
La película contiene claras
referencias a distintas cintas: 'Contact' (1997), 'Encuentros en la tercera
fase' (1977) o '2001: una odisea del espacio' (1968), entre otras. Y dos
novelas aparecen homenajeadas con claridad: 'Cita con Rama' de Arthur C. Clarke
y 'Pórtico' de Frederik Pohl. Pero no por ello la película carece de una
personalidad marcadísima y un objetivo poderoso y robusto.
En 'Interstellar' nos cuentan una cosa muy simple: un padre siempre está dispuesto a hacer lo que sea necesario para que sus hijos estén seguros. Otra cosa es que los vehículos narrativos utilizados por el realizador sean maravillosos y que el viaje que emprenden los protagonistas en nombre de la humanidad sea fascinante. Nolan, por fin, se centra más en las emociones, en las almas. Hace que la imaginación del espectador se ponga a funcionar a velocidad máxima y que todo quede envuelto en emociones que van más allá de lo conocido puesto que siempre están, puesto que se pueden medir y forman parte de lo esencial del universo. En concreto, el amor toma una importancia considerable en el conjunto de la trama.
Y nos cuentan que la ciencia es
la única forma de entender el mundo. Nolan, obsesionado siempre con la idea de
Dios, parece preguntarse si la única forma de explicar lo irracional (Dios) es
mediante la razón. Y no sé yo si logra una respuesta clara. La teoría de
cuerdas, la física cuántica, las dimensiones, túneles de gusano o agujeros
negros van apareciendo de forma, más o menos, explícita durante el desarrollo
argumental. Y el resultado final es brutal, apabullante. Pero explicaciones
para la idea de Dios me temo que pocas.
Atentos a la escena en la que el protagonista ve los mensajes recibidos desde la Tierra durante años (no desvelo por qué no los ha visto antes). Es el momento en el que comprendemos que el personaje ve cómo su vida se está viviendo sin él aun siendo el protagonista. Y atentos a la relación que tienen padre e hija. Entrañable y emotiva.
Matthew McConaughey, estupendo.
Anne Hathaway, algo desaprovechada aunque bien. Jessica Chastain, contenida,
exacta con el lenguaje corporal. Michael Caine, el complemento perfecto. La
jovencísima Mackenzie Foy, muy bien dirigida y muy creíble. El resto de
actrices y actores cumplen en papeles cortos y episódicos.
La partitura de Hans Zimmer es
algo estruendosa a veces aunque magnífica como siempre. Realza los momentos más
relevantes y los estados de ánimo de los personajes.
No pasa por alto un montaje en
paralelo que en el tramo final hace que todo se entienda mejor. Muy
inteligente.
Christopher Nolan también
funciona bien en la zona clara de la realidad. Maravilloso trabajo.
G. Ramírez
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