'Un verano con Mónica': El encanto y e rechazo más absoluto
El cine nació instalado en una zona mágica. Y allí sigue. Un
territorio que el espectador encuentra antes o después. Los caminos para
cruzarse con el buen cine no son muchos. Y llegar a ese encuentro es lo mismo
que encontrar su magia. Bergman es uno de esos caminos. Seguro aunque largo y
costoso, lleno de dificultades. Ahora bien, a cambio de andarlo, cualquiera
recibe la grandeza y una belleza profunda que marca para siempre; además de un
criterio sólido propio.
'Un verano con Mónica' es una película magnífica. Marcó la
entrada en la madurez creativa de Ingmar Bergman como cineasta. Más tarde
llegaría su genialidad demoledora. Marcó un antes y un después en el cine del
director sueco y en todo el cine europeo de vanguardia. Aún hoy, son muchos los
directores que confiesan la veneración por este cine y su inclinación al
homenaje o al guiño destinados a Bergman.
'Un verano con Mónica' es el brillo de la naturaleza, es el
encanto de una mujer, la bondad de la juventud, la libertad absoluta ante la
vida, un amor sin barreras (el amor no puede tenerlas); un camino que debe ser
recorrido sin pensar en por qué hay que hacerlo, sin tener en cuenta dónde está
el final. Pero, también, es la presión de una ciudad encerrada sobre sí misma y
sus gentes, es el egoísmo; las cadenas que nos sujetan a todo lo que no
deseamos, pero con lo que convivimos de principio a fin; la desintegración del
amor (siempre frágil y al alcance de fantasmas, miserias o dolor); un camino
corto y lleno de baches.
Después de ver la película, no sabemos si amamos u odiamos a
Mónica; si nos agrada lo que nos han contado o lo detestamos. Mónica representa
todo y a todos los jóvenes que han tenido que vivir experiencias no deseadas, a
los jóvenes que fuimos.
Mónica es Harriet Andersson. Nunca estuvo tan bien delante de las cámaras. Bergman (que mantenía una relación con la actriz en el momento de rodar la película) hace esfuerzos para que veamos a la señora Andersson en plenitud. No sólo dirige su trabajo de forma magistral; busca con la cámara a la actriz para que, mientras se lava en un charco de agua marina, veamos a la diosa Venus; o mueve la cámara desde su rostro hasta los reflejos que deja el sol en el mar. Mónica, su personaje, se nos presenta creíble. Es tosca, encantadora, mal educada, insolente, cariñosa. Y crece en cada escena, en cada plano. Según va relacionándose con otros personajes evoluciona. Porque todo en esta cinta está diseñado para que ella brille. Incluido el personaje principal, Harry Lund (encarnado por un espléndido Lars Ekborg). Harry lo descubre con el tiempo y se resigna; el director y los espectadores lo saben desde el primer minuto. Harry se deja llevar, todos lo hacemos.
Sexo y violencia. Eso es lo que destaca durante todo el
metraje. Sin filtros, sin buscar acomodos en el que el espectador se sienta a
salvo. El amor, el sexo, la juventud, la violencia. Todo lo que acompaña la
prisa de la juventud. Uno de los asuntos recurrentes en el cine de Bergman es
el universo del matrimonio y la infidelidad. En la película toma relevancia a
medida que avanza la trama. Para tratar estos asuntos se sirve de otro
personaje (Lelle, interpretado por John Harrison) que representa esas dudas en
las parejas, el peligro que acecha a cualquier matrimonio y que será vencido o
despistado o vencedor.
La zona central de la película relata ese verano al que hace
referencia el título. Aquí es donde Bergman deja que su fotógrafo dé una
lección con un blanco y negro que es belleza inusitada o la posibilidad de un
terror ante la realidad de los personajes, de angustia. La naturaleza pasa de
ser recurso dramático a ser parte de la propia acción, funciona como un
personaje más.
El guion de Bergman (adaptación de la novela de Per-Anders Fogelström que escribe el guion junto al director) es sencillo. Pero incluye diálogos breves, económicos y muy bien resueltos. Nada falta, nada sobra. Diálogos que dibujan con precisión a los personajes, que los diferencia entre sí con claridad y acierto.
'Un verano con Mónica' es una obra maestra. En el cine de
Bergman todo funciona con solvencia, todo es magia, y todo es buen cine. Esta
película se rodó en 1953 adelantándose a todos los que querían hacer buen cine,
a todos los que decidieron recorrer un camino en el que importa el propio
recorrido y no la línea de salida o de llegada. Esas líneas no son los
objetivos, son los límites de algo mucho más importante. Tal y como les ocurre
a Harry y Mónica. Tal y como se encuentra la magia del cine.
G. Ramírez
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