Imagen de 'La soledad del corredor de fondo'. |
El deporte es una enorme fuente de valores para el hombre. Si algo refuerza el sentido solidario, la amistad o la lealtad, es la práctica deportiva. El atletismo, en el que el ser humano no abandona su medio natural ni puede depender de nada que no sea él mismo, se presenta como las más grande de las manifestaciones deportivas.
El hombre que corre practica un
deporte en el que nada ni nadie puede ayudar, en el que no se depende de
máquina alguna. Resistir o ser veloz; ser capaz de sobrepasar obstáculos hasta
llegar en el menor tiempo posible al final de la carrera. Quizá, por ello, es
el deporte rey en los juegos olímpicos. El hombre en su medio natural y frente
a sí mismo.
Son muchas las páginas dedicadas
a este deporte, muchas las horas de rodaje en el que el atletismo
(concretamente las carreras de velocidad, resistencia u obstáculos) ha sido
protagonista. Aunque algunas de estas obras resultan más relevantes que otras.
Si centramos la atención en la
literatura, nos encontramos, por ejemplo, con un excelente relato de Alan
Sillitone titulado 'La soledad del corredor de fondo' ('The lonelines of the
long distance runner'). Nos cuentan cómo un muchacho recluido en un
correccional tiene que entrenar para ganar una prueba entre centros. La
fortaleza del texto no se encuentra en la trama (divertidísima, amena, gamberra
y transgresora), lo importante es entender la gran metáfora construida por
Sillitone en la que la vida se puede ver como una larga y dolorosa carrera de
fondo en la que cada uno de nosotros debe elegir dónde está la línea de
llegada, qué recorrido hay que cubrir o si se termina antes de tiempo. Pero,
también, una carrera en la que nos encontramos con grandes peligros y grandes
retos que debemos superar. La voz narrativa corresponde al personaje principal
y eso permite al lector experimentar sin filtros lo mismo que él: pensamiento
durante la carrera, la distorsión del tiempo, el sentimiento de soledad, el
individualismo, la guerra declarada desde antes de los tiempos entre unos y
otros (aquí Sillitone se centra en la lucha de clases que resulta fundamental
para interpretar esta carrera que se nos cuenta; es por ello por lo que este
texto se convierte en una narración de plena actualidad que removería
conciencias entre los lectores). En 1962, se rodó una espléndida película que
dirigió Tony Richardson. Tan recomendable como el relato original.
Imagen de 'Marathon Man'. |
Otra película en la que el
protagonista es corredor de fondo, en concreto de maratón, y en la que podemos
observar esa idea de vida como carrera extenuante, es 'Marathon Man'. En este
caso nos enfrentamos a un thriller en el que el nazismo toma todo el
protagonismo. Con un arranque espectacular, el realizador John Schlesinger nos
arrastra al mundo del crimen, de la mentira, de la maldad más absoluta. La
película logra momentos extraordinarios y la tensión narrativa se eleva hasta
llegar a un climax total. Eso sí, quedan algunos cabos argumentales sueltos.
Posiblemente, en la mesa de montaje se tuvieron que descartar secuencias que
explicarían algunas cosas. Por otra parte, los amantes de la ópera disfrutarán
de un aria de la ópera de Massenet 'Herodiade' ('Oors, O cité perverse') que
matiza a la perfección la acción y de parte de la pieza de Franz Schubert 'Der
Neugierige' que tanto gustaba a los nazis.
Los amantes del maratón
encontrarán otra metáfora de lo más atractiva en este trabajo (no pierdan de
vista las imágenes intercaladas del corredor Abebe Bikila en el que piensa el
protagonista mientras corre entrenando o escapando de los villanos) y, desde
luego, una entretenida película en la que Dustin Hoffman y Laurence Olivier
están enormes.
Imagen de 'Carros de fuego'. |
Es casi obligado mencionar la
película del director británico Hugh Hudson 'Carros de fuego' ('Chariots of
fire'). Una serie de atletas británicos preparan su participación en los juegos
olímpicos de 1924 que se disputaron en París y terminan obteniendo diversos
triunfos. La película obtuvo cuatro premios Óscar en 1981.
Lo que se narra no se ajusta a la
realidad histórica y se cometen errores de bulto en el argumento. Y esto no es algo
que perjudique a la película (suele ocurrir con frecuencia), pero la intención
con la que se cometen esas faltas de rigor sí supone un problema. 'Carros de
fuego' se convierte en un panfleto propagandístico en el que se ensalza lo
británico cuando, por ejemplo, esas olimpiadas fueron bastante desastrosas para
ellos; se arremete contra los franceses para quedar por encima de ellos. Cosas
de este estilo. Eso sí, la puesta en escena es primorosa, el vestuario está
cuidadísimo, la música de Vangelis resulta inolvidable y el atletismo es el
gran protagonista. El atletismo y los valores que el deporte, en general,
aportan al ser humano: afán de superación, amistad, solidaridad.
Queda para la historia
cinematográfica esa primera secuencia que el fotógrafo David Watkin convirtió
en una obra de arte (los corredores entrenan a la orilla del mar y suena la
música de Vangelis).
Si son tan amables, acepten una
sugerencia de el que escribe: cuando corran; bien por placer, bien entrenando
para participar en alguna prueba; no olviden su reproductor de música portátil.
Está demostrado que escuchar música (en concreto, clásica) hace que la
actividad cerebral permita una capacidad de reflexión mucho mayor. Y esos
momentos en los que el ser humano se encuentra en soledad son, cada vez, más
escasos. Comenzar con la novena de Ludwig van Beethoven o con algo de Mozart es
una buena elección.
G. Ramírez
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