‘Vida oculta’: El cine apabullante
Magnífica película de Terrence
Malick que, como siempre, entusiasma tanto como ocasiona rechazo. Buena
dirección, excelente fotografía, una banda sonora estupenda y la invitación a
una reflexión necesaria.
Terrence Malick nos tiene
acostumbrados a inmersiones en esa zona de la realidad que no podemos ver
aunque existe, en esa zona de la realidad en la que sucede lo esencial, en la
que las personas nos jugamos el tipo y damos la verdadera talla (si es que la damos
alguna vez).
‘Vida oculta’ (‘A Hidden Life’,
2019) plantea cómo podemos cambiar el mundo por pequeños que seamos, cómo lo
que hacemos hace que el timón se mueva ligerísimamente y provoca que los que
nos rodean modifiquen el rumbo que hace del mundo un lugar mucho mejor. Termina
la película con una cita de la novela de George Eliot, seudónimo de Mary Anne
Evans, ‘Middlemarch’, que dice lo siguiente: ‘The growing good of the world is
partly dependent on unhistoric acts; and that things are not so ill with you
and me as they might have been, is half owing to the number who lived
faithfully a hidden life, and rest in unvisited tombs’.(‘El creciente bien del
mundo depende en parte de actos no históricos; que a ti y a mí las cosas no nos
vayan tan mal como podrían haber ido, se debe en parte al número de los que
vivieron fielmente una vida oculta, y descansan en tumbas no visitadas’).
La historia de Franz Jägerstätter
(1907-1943) y Fani Schwanninger (1913-2013) es, sencillamente, apabullante. Al
menos la versión de Malick lo es. Indaga el realizador en la zona espiritual
del protagonista que no claudicará ante la amenaza, ante la violencia o el
dolor. Franz quiere hacer lo correcto porque es lo que toca y no cede ni un
milímetro. Fani acompaña a su marido envolviendo en comprensión y amor un
destino elegido desde el libre albedrio. Y es este el tema de la película de
Terrence Malick. Franz sabe que el libre albedrio le hace ser libre y
responsable de sus actos; Franz sabe que estar en la cárcel no le priva de su
libertad (así lo dice de forma expresa). Y Malick busca explicaciones y aristas
a ese libre albedrio. Y busca las consecuencias que, en este caso, son la
incredulidad de los enemigos de Franz, o cómo se postran ante la dignidad del
hombre, o cómo no entienden lo que les acaba de suceder tras hablar con el
campesino.
La fotografía de la película es
espectacular. La firma Jörg Widmer. Busca la belleza y el contraste con la
aridez de un tipo de vida alejada del entorno natural, de lo espiritual. Y se
acompaña de una partitura de enorme belleza. James Newton Howard recopila temas
clásicos y los alterna con originales que se compensan entre sí.
Malick deja que sus actores y
actrices se quiebren, que se dejen llevar por los impulsos más naturales y
profundos. Aproxima la cámara hasta el extremo en los primeros planos para que
las facciones nos dejen ver el sufrimiento, la alegría o el dolor. August Diehl
(Franz) está muy bien y muy contenido aunque es Valerie Pachner (Fani) la que
logra defender su papel con más fuerza y brillantez. Bruno Ganz tiene un papel
muy corto, pero logra que entendamos que los secundarios de la película son la
clave para entender que lo que sucede es que el mundo está cambiando porque
ellos no pueden seguir por el mismo camino que transitaban hasta cruzarse con
Franz.
Terrence Malick bucea en el otro
lado; nos deja pensando en la butaca; Malick nos muestra la belleza como último
recurso y el amor como herramienta fundamental. Es necesario ver su cine aunque
la angustia nos acompañe un par de días. Porque la poesía ha explicado al ser
humano lo que es el mundo desde el principio de los tiempos y el cine de Malick
es poesía pura.
G. Ramírez
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