La mayoría de los entendidos y demás tribus cinéfilas, prefieren ver las películas en versión original. Yo sólo lo hago con las películas en inglés, por eso de afinar el oído en la lengua anglosajona.
Está muy bien escuchar a los actores en sus lenguas vernáculas, ¡vaya palabro!, pero hay un pequeño problema, cuando lees los subtítulos, no les ves actuar. Cuando vamos al cine decimos voy a ver una película, no voy a leer una película; además, una de las máximas de un guion de cine, es no contar con diálogos lo que puedas mostrar visualmente, a no ser que seas Woody Allen. La imagen prevalece sobre la palabra.
Esta era una pequeña introducción para atacar una anécdota que viene muy al caso. Primero les pondré en situación: Villaverde (barrio de la periferia sur de Madrid), finales de los años setenta; primeros ochenta. Había dos cines en la zona, ¡vaya lujo!, el cine Orpal y el cine Jamay (actualmente un bingo).
En el Cine Jamay proyectaban pocos estrenos: Fiebre del Sábado Noche, Grease, E.T., y el resto, el resto… La verdad es que sólo recuerdo Conan el Bárbaro. La clientela era muy variada, desde los típicos gamberretes adolescentes, papás con sus niños y parejitas incipientes, hasta algunos miembros de etnia gitana, que vivían en su pequeño gueto de las casitas bajas.
Una tarde de domingo en la que se proyectaba la peli de nuestro querido Conan, en versión original (dato importante para esta historia), mi hermano y su panda de amiguetes, ya sentados en sus correspondientes butacas, se disponían a pasarlo bien molestando a todo bicho viviente en la sala y, Rafa el Manías también.
Que por qué digo también, pues porque estos planes se le truncaron de forma drástica. Un gitano (no quiero ser peyorativa, es el lenguaje que se utilizaba entonces, bueno, y ahora), algunos años mayor que él, se sentó a su lado y digamos que le coaccionó para que le leyera los subtítulos, ya que él no sabía.
Lo que un gitano te pedía, se hacía, y sin rechistar; ya fuese darle tu paga del domingo, tu bocata, tus nuevas zapatillas Kelme o tu flamante coreana azul marino (anorak de corte esquimal). A Rafa el Manías, no le quedó otra que leerle toda la película, con voz temblorosa y consciente de las risas que el resto de sus amigos se estaban pasando a su costa.
Después de aquello, ¿creéis que a Rafa le habrán quedado muchas ganas de seguir viendo películas en versión original? Yo creo que no, aunque nunca se sabe. Dicen que la memoria es selectiva y edulcora los momentos más negros que hemos vivido, y lo mismo, el Manías ahora, ve movies chinas con subtítulos en yiddish.
Para que quede claro y antes de empezar, The limits of control es infumable y no se la recomiendo a nadie a no ser que tenga un poco de curiosidad. Ni siquiera esto pretende ser una crítica propiamente dicha. A lo que voy, no me gusta el cine vestido de falsa trascendencia y snobismo que algunos autores se dan, sobretodo en estos tiempos. Y Jim Jarmusch es uno de esos directores/guionistas que odio desde lo más profundo de mi ser. Todos sus guiones me parecen pedantes, cosa que no puedo decir de la realización; pero lo último sin lo primero, como todo, se queda cojo. Sus películas se quedan en una especie de limbo, existen, pero ya está, no se salva ni una. Quizás vi un atisbo de cine en Ghost Dog o Bajo el peso de la ley, pero solo eso. Sin embargo, al contrario de lo que me pasó con sus anteriores filmes, The limits of control es uno de mis bodrios favoritos. Realmente es una película sin argumento, un tipo llega a España y se va encontrando cada 20 minutos con un personaje diferente, le suelta un rollo vestido de falsa trascendencia y una caja de cerillas con el siguiente objetivo y así hasta que llega a un final donde el malo es Bill Murray, se suelta el discurso pedante escrito por Jarmusch en el que no sé muy bien si se critica a sí mismo, si critica a los snobs que tanto odio o si critica a los españoles, vaya usted a saber. Ah si, se me olvidaba, el protagonista (Isaach De Bankolé) no habla durante toda la película, sus página de diálogo se reduce a tres líneas como mucho, poner cara de palo con envoltura de meditación antes de cometer su ¿venganza? ¿encargo?, tomar cafés de dos en dos, y poco más. Lo sé, os he destripado las dos horas que dura la película, pero eso poco me importa porque no la vais a ver. Pues eso, que tal cual empecé a ver este despropósito la terminé. Como el protagonista, mi cara era de palo, más que la de Keanu Reeves(si, tengo una fijación fetichista con este actor, pero no hemos venido hablar de sus peliculas). Film pausado donde los haya, anodino es quedarse corto, eso sí, envidio ese minimalismo impreso a fuego en toda la película, desde el vestuario a la decoración de los lugares elegidos, pasando por la caracterización de cada uno de los secundarios, todos muy diferentes entre sí, Tilda Swinton es la que más me llama la atención. La música también es bastante destacable, incluso para escucharla aparte. La fotografía me parece sublime.
En definitiva, es una gran lacra que la película sea técnicamente perfecta para tan farragoso, estúpido y pedante guión. Y lo peor de todo, es que los españoles somos gilipollas (en la película y detrás de ella), me imagino yo a los cuatro idiotas de turno…’’Oh, viene Jarmusch a rodar aquí, vamos a ponerle en bandeja todo, las localizaciones y todo lo que haga falta, que pagan muy bien estos americanitos’’, luego ves por ahí un chaval que quiere hacer un corto en un metro y tiene que pedir ochocientos mil permisos y encima pagar dos riñones y parte de un pulmón. Un chaval español. Sí de aquí, aunque tenga una idea cojonuda le ponemos mil peros y obstáculos. Manda huevos. Así va nuestro cine, sin ayudar a nuestros jóvenes. Lo mismo pasó cuando vino Woody Allen e hizo un bodrio de película de la que ni me quiero acordar. The Limits of control es infumable, pero me gustó. Tiene su encanto, es un buen somnífero. Cuantas contradicciones se hallan en mi cabeza ahora…
En verano tendemos a perder el tiempo. De lo lindo. Una forma de fingir que se pierde sin que sea verdad (así no tendremos que dar explicaciones a los que lo pierden a conciencia y nos pueden tachar de raros) es ver películas con un reproductor portátil que podemos llevar incluso a la playa. En el apartamento por el que nos han cobrado una pasta corremos el riesgo de dormirnos y pasar a engrosar las filas de perdedores de tiempo incontrolados.
Hay muchas películas que ver. Pero yo voy a recomendar unas cuantas que no son especialmente conocidas o están algo olvidadas por si alguien quiere echarles un vistazo durante las vacaciones. Escribiré sobre ellas durante el verano aunque (como ya habrán podido observar) mi opinión no les será de gran ayuda.
Si quieren dejarse llevar por un plató y llegar a intuir como funciona esto del cine, no tienen más remedio que ver la película que Cesc Gay dirigió y tituló V.O.S. Pasarán un rato muy agradable. Muy divertida.
¿Les gusta Woody Allen? Pues busquen una copia de La comedia sexual de una noche de verano. Si ya les gustaba su humor se lo pasarán en grande. Si nunca terminó de convencerles su cine, esta vez, caerán rendidos a sus pies.
Recomendar algo de Billy Wilder es algo que puede hacer cualquiera. Da igual la película que sea. Siempre se acierta. Supongo que ya han visto un millón de veces Con faldas y a lo loco o El apartamento. No estoy tan seguro de que hayan tenido ocasión de disfrutar con una película deliciosa que incluye un tema musical inolvidable (Senza Fine de Gino Paoli). Se titula ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre? (lamentable traducción del original Avanti). Exquisita y divertida.
En verano nos podemos poner exquisitos como si fuera invierno. Parece que es obligatorio liarse a beber cervezas y comer bocatas olvidando lo que nos gusta. Si tienen tiempo y ganas agarren la copia de Solaris. La que firmó Andrei Tarkovsky. Inolvidable. Una buena alternativa podría ser Sacrifio del mismo autor. Si les pescan viendo esto puede que les tomen por loco. No pega nada con la arena de playa este tipo de cine.
Si quieren probar cosas nuevas y no conocen el cine de Michael Haneke pueden hacerlo con Caché. El concepto que maneja este director no deja indiferente a nadie. Se enamoran de él, le quieren asesinar por estafador o le hacen un monumento que cuando se inaugura es derribado por otros que echan espuma por la boca. Una tarde de calor que no quieran salir a sudar pueden aprovechar. No les confesaré en qué bando estoy hasta que pasen unas horas.
Y una última recomendación. ¿Recuerdan aquella película con estética de cómic en la que trabajaba Leonardo DiCaprio, Cameron Diaz y Daniel Day-Lewis? Sí, esa en la comienzan peleándose y terminan peleándose, esa en la que todo se resuelve a guantazos, esa que nos trataba de enseñar los orígenes de Nueva York. Gangs of New York. No es una mala opción. A mí me pareció fascinante. Ya les contaré el porqué.
Pues con estos títulos tienen suficiente para pasar los primeros días del mes de agosto. Prometo comentar cada una de ellas a lo largo de la semana. Mientras, disfruten de la arena, del mar y del cine. Sean buenos.
Verán. Yo tenía la idea de una película. Yo quería hacer una película, ¿saben?. Yo, una vez, tuve la gran suerte de leer en la estupenda cama de un hotel estupendísimo unos tratados sexuales de un tal Lucernay. Un tratadista sexual de los años 30, chiflado, pero muy avispado el tipo, que encandiló en su época a una sociedad reprimida y analfabeta en la materia. Una auténtica pieza de museo que consiguió encandilarme a mí 80 años más tarde, obligándome a reposar en cama y prolongar mi estancia en ese hotel sin poder parar de leer los infinitos disparates sexuales que un lunático Lucernay explicaba con todo lujo de detalle.
De buena gana hubiese yo pedido una fotocopiadora al servicio de habitaciones. De buena gana me hubiese instalado en esa habitación de hotel por muchas semanas y meses, de por vida. De buena gana hubiese robado yo cada ejemplar de esa colección. De buena gana.
A falta de fotocopiadora y de crédito en mi cuenta bancaria, sólo me quedó la opción de tomar notas y recordar los máximos disparates posibles para aprovecharlos de alguna manera, quizá, en algún guión tragicómico, algún relato corto, crónica suelta o lo que fuese.
Así que, ahora, recupero mi cuaderno de notas y rememoro, con esfuerzo, capítulos como el de “El erotismo de las locas”, como prueba de mayor sexualidad; “La mirada ovariana”, sobre el brillo que suelen tener los ojos de ciertas mujeres como signo interno de irritación ovariana; “El licor espermático”, lo que los modernos desinformados ahora llamamos semen; “Sobre la bilis, la melancolía, la flema y la sangre” y las “Perversiones histéricas”, sobre el histerismo que padecemos las mujeres de alta libido… Y así muchas estafas disparatadas más.
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