Julia, (1977), de Fred Zinemann, interpretada por Jane Fonda, Vanessa Redgrave y Jason Robards. Como anécdota, un pequeño papel para una jovencísima Meryl Streep en su debut en la gran pantalla. Nominada a 11 Oscars de la Academia de Hollywood de los que finalmente consiguió 3, Julia está basada en un capítulo de Pentimento, la novela que relata una parte de las memorias de la escritora y dramaturga progresista Lillian Hellman, (Nueva Orleans, 1905 – Martha’s Vineyard, 1984).
Narra la historia de la extraordinaria amistad entre dos mujeres, Julia, (Vanessa Redgrave) perteneciente a una excéntrica, aristocrática y multimillonaria familia escocesa, y la propia Lilly, (Jane Fonda) desde su infancia, adolescencia y primera juventud, hasta que Julia se marcha a estudiar Medicina en Oxford y más tarde Psicología en la Universidad de Viena con Sigmund Freud. Lilly se queda en Estados Unidos y se convierte en una escritora de éxito. Cuando Julia se involucra en la batalla contra el fascismo y la causa judía en los oscuros años 30 que preceden a la barbarie nazi, le pide a su amiga Lilly que haga un largo viaje desde París a Berlín para llevar a cabo una peligrosa misión, más aún para una intelectual de izquierdas de origen judío.
Es Lilly, temperamental, insegura y reflexiva, quien inicia el relato en su vejez narrando en un tono intimista y objetivo su relación de amistad con tintes de atracción entre ambas mujeres, sus duros principios como escritora con el apoyo de su amante y mentor, el escritor de novela negra Dahsiell Hammet (El Halcón Maltés), el intrigante y comprometido viaje en tren para volver a ver a su amiga y demostrarle su amor incondicional, y el trágico desenlace de la muerte de Julia y la búsqueda por toda la región de Alsacia de la hija que ésta había tenido.
Un villano, un detective; una mujer sensual, enamoradiza y, a la vez, seductora por la que el detective pierde los papeles; policías, gansters y algún asesinato que otro buscando riqueza fácil, dinero con el que comprar el futuro (eso dice uno de los personajes de Chinatown). Son los elementos que, de forma clásica, han manejado los escritores de novela negra. Cercanos siempre al costumbrismo y armando tramas llenas de misterio y acción. Se han logrado resultados desiguales durante muchos años aunque lo que ha salido bien han sido excepcionales. Buenas de verdad. Roman Polanski que es un director de cine magnífico (con los actores hace un trabajo más que notable y con los textos también al intentar ceñirse al sentido de lo escrito) filmó a mediados de los años setenta una formidable película. Chinatown. Consiguió el Oscar al mejor guión original y estuvo nominada en otras diez categorías. No hubo suerte. Competir con la segunda parte de El padrino de Francis Ford Coppola o La noche americana de Truffaut es duro. Terremoto, El gran Gatsby o Asesinato en el Orient Express son algunos de los títulos que competían ese mismo año.
En cualquier caso, nominaciones aparte, la película de Polanski es completamente maravillosa. Creo yo que es una de esas películas que los directores que quieren triunfar siempre tienen en la cabeza, una de esas películas que todos quisieran rodar. Un reparto excelente haciendo su trabajo con solvencia, rozando la perfección; la música de Jerry Goldsmith tan efectiva como siempre (suenan algunas canciones además de la partitura original que rematan el trabajo de forma exquisita. Por ejemplo, I Can’t Get Started de Ira gershwin y Vermon Duke); un vestuario bien diseñado y muy cuidado; un guión a la altura de El Halcón Maltés que es como decir próximo a lo máximo que se puede conseguir; en fin, algo perfecto. O casi.
Por más que lo intento no puedo con algunas cosas. Que me hagan perder el tiempo es algo que me irrita. ¿Por qué alguien que quiere contar que un tipo está como una regadera tiene que contar una historia disparatada, mentirosa y aburrida? John Cusack, Ray Liotta y Amanda Peet, entre otros (da igual quienes sean porque demuestran muy poco talento al interpretar sus personajes) protagonizan Identidad. Una serie de personas coinciden en un motel de carretera. Alguien se los va cargando, poco a poco. De vez en cuando nos cuentan cómo se desarrolla una vista extraordinaria del juicio a un perturbado que será ejecutado al día siguiente. El sujeto se ha cargado a una serie de personas de forma brutal. Y la película, en realidad, nos cuenta esos crímenes. Pero sólo lo sabemos al final de la película. El asesino se carga a sus víctimas pensando que va acabando con las múltiples personalidades que él mismo ha desarrollado. Vale. Esto significa que el director, un tal James Mangold, nos quiere enviar un mensaje profundo y verdadero. Los asesinos son muy asesinos y tener múltiples personalidades es un horror. Impresionante. Para ello monta un lío enorme, deja algunas pistas para el espectador que no las encontraría ni el mismo, oculta lo fundamental y equivoca el suspense con escamotear información para acabar con una explosión de ingenio (ni pizca, se lo aseguro) que deja con la boca abierta a todo el que mira. Por supuesto, tenemos una noche tormentosa, un niño, mucha sangre y cantidad de indicios que hacen culpable a cada personaje. Un paquete de narices.
Las imágenes y archivos de audio y vídeo que aparecen en este blog han sido incluidos en él por motivos ilustrativos o didácticos, sin ánimo de lucro, bajo el término del uso razonable.