La guerra de los Rose: El formidable futuro de las cosas pequeñas

En la historia que Danny deVito le cuenta a su cliente en su magnífico despacho pintado de verde botella durante una noche de tormenta en la que el viento agita un almendro blanco frente a la ventana no hay reproches ni te lo dijes, no hay grandes argumentaciones ni melodramas. Por el contrario, hay que estar muy atento para percibir, en pasajes que representan simples cuestiones cotidianas, pequeños indicios de lo que se avecina. Un leve temblor de la barbilla, una cesión sin aparente molestia, una mirada penetrante, un silencio oportuno.
La guerra de los Rose llama mi atención porque pone de manifiesto que no hace falta un adulterio, ni malos tratos, ni diferencias irreconciliables, ni infelicidad, ni siquiera desamor, para recorrer el camino que va desde la primera noche de amor hasta no poder soportar el ruido que hace el contrario sobre el plato al cortar el filete con el cuchillo y el tenedor. Una simple historia de la vida normal de una pareja que aunque aparentemente feliz, está salpicada de minúsculas diferencias, detalles insignificantes, diminutos desencuentros que parecen no tener importancia pero que un día cualquiera desembocan en una afirmación sencilla pero inequívoca, tajante, y desde luego inesperada: Esta tarde, cuando supe que te habían llevado al hospital por un posible infarto, tuve una sensación muy fuerte de que habías muerto. Y de pronto supe cómo me sentiría si estuviera sola en esta casa, si no estuvieras a mi lado. Y tuve tanto miedo que quedé paralizada, bloqueada, no podía respirar. Tuve miedo porque me sentí feliz.
Lo de menos, después de esta declaración de guerra, son las carreras por la casa, las cien porcelanas rotas, el secuestro en la sauna, orinar sobre un pescado al horno frente a los invitados o matarse en caída libre desde una lámpara de techo, algo que por otra parte no está nada mal como punto final a un matrimonio. Lo deslumbrante es percibir que lo diminuto, lo inapreciable, lo imperceptible, separa. En ocasiones, hasta decir: quiero una vida sin ti.
mayo 6th, 2010 at 12:21
Es sencillo, todos los defectos que tenemos todos los seres humanos no se aguantan cuando el amor no es verdadero. ¿Acaso nuestras parejas actuales, con los que si tenemos un proyecto de vida en común no tienen defectos que nos atacan los nervios? ¿y nosotros mismos? todo se aguanta con un sentimiento profundo y maduro hacia la otra persona un amor en toda la extensión de la palabra.
Solo hay que encontrar la persona, a la primera, la segunda, la tercera…….. pero cuando la encuentras es muy diferente hay una complicidad y confianza que supera cualquier obstáculo.
La película me pareció muy amarga y despiadada, pero ellos estaban geniales en sus papeles.
mayo 6th, 2010 at 16:35
Un gran comentario a una gran peli, Pi. Sí, desde luego la maravilla de ver lo que ni se ve, ni se dice. Que la peli te obligue a tener que verla con la punta de la piel. Desde el punto de vista del que escribe: el milagro!. Da gusto apreciar esto ahora, en una época de imágenes demasiado claras (por no decir para imbéciles) explicadas con diálogos de la p con la a: pa, para que una peli funcione en cine a lo bestia. Sí, vivan los que hacen esto, y más los que lo pueden realizar y vender hoy. Besos.
mayo 6th, 2010 at 16:45
Mesolvidaba: imposible leer nada con Al Jarreau y ESE tema. Es como ponerle los cuernos a tus oídos.
mayo 6th, 2010 at 19:08
Darbo, siempre tiene la posibilidad de no pulsar el play. Mañana le pongo otro, a ver si hay suerte y no le ponemos los cuernos a nadie.